Esquí de fiambrera
Empieza la temporada de nieve en el puente con las estaciones a medio gas
El esquí ya no es lo que era. De la familia conjuntada con monitor incluido se ha pasado al bocadillo envuelto en papel de aluminio y la fiambrera. La crisis deja huella en todo lo que toca. Los restaurantes, los hoteles y los bares a pie de pista son los principales afectados. Los aficionados a la nieve prefieren subir y bajar el mismo día y llevarse algo de casa en lugar de pagar un menú y gastar dinero en una noche de hotel, según explican los representantes del sector. Pero a pesar de eso, la mayoría de las estaciones catalanas están de enhorabuena. Las bajas temperaturas han permitido abrir este puente. La temporada ha empezado.
"La peor crisis es la falta de nieve", resume un portavoz de Masella. La estación ha sido la primera en abrir las puertas. Desde ayer los locos del esquí, el snowboard y similares pueden bajar o estamparse, dependiendo de su pericia y experiencia, por las 14 pistas que están en funcionamiento, con un grosor de entre 10 y 25 centímetros de nieve en polvo. Son sólo el 22% (10 kilómetros) del total de las pistas (62), pero ya es mucho teniendo en cuenta que hace dos semanas se superaron los 20 grados en varios puntos del país. Por eso la estación ha ajustado precios y ofrece descuentos para estudiantes y familias numerosas, que el año pasado no estaban previstos en las tarifas.
Las pistas de Lleida son las que abren con mejores condiciones
"Antes, en un puente de este tipo, te pedían tres noches, ahora basta con una"
Tanto la estación de Masella como la de La Molina hicieron un amago de inicio de temporada el fin de semana del 13 de noviembre. Parecía que el frío había llegado para quedarse, pero las temperaturas subieron inesperadamente. "La semana pasada teníamos cero reservas", explica el director de la Asociación Catalana de Estaciones de Esquí y Actividades de Montaña, Joaquim Alsina. El sector estaba temblando, y no precisamente de frío. Pero, por suerte, el frío ha vuelto justo antes del puente de la Constitución y con él las reservas. "En las zonas más altas estamos por encima del 80% de ocupación", asegura Alsina.
Y eso que las estaciones funcionan bajo mínimos. La Molina, que abre mañana, tendrá solamente cinco de sus 53 pistas listas para esquiar, con un grosor de entre 15 y 30 centímetros de nieve en polvo; unos 10 kilómetros, igual que Masella. Su intención era abrir ininterrumpidamente a partir del 28 de noviembre, pero no pudo ser. Para atraer a los clientes, van a ofrecer una tarifa reducida en los forfaits, aunque la portavoz de la estación no especificó de cuánto. "Lo estamos estudiando", dijo.
En cualquier caso, la temporada no será como la anterior, que batió todos los récords. Masella, por ejemplo, abrió la mitad del año, seis meses, cuando lo habitual es que no se superen los cinco, y recibió a más de 430.000 personas (la media está en 300.000). Pero ya entonces se vio el cambio de actitud de los turistas de la nieve. Mucho esquí de día, mucha fiambrera y poca pernoctación.
"Antes en un puente de este tipo te pedían tres noches, ahora basta con una", explica el director de los apartamentos Guitart Resort, en La Molina, Pedro Olmos. Este año están entre el 25% y el 30% de ocupación. La temporada pasada llegaron al 95% en el puente. Para captar clientes, han suprimido la condición de estancia mínima de tres días, por la cuenta que les trae. Y además han hecho descuentos de hasta el 15%.
En Lleida, en cambio, se muestran optimistas. El Patronato de Turismo de la diputación calcula que en las zonas de influencia de los complejos invernales la ocupación será del 75%, y del 85% en los establecimientos de turismo rural.
Àngel Vida, el director del organismo, no descarta que incluso se superen las previsiones iniciales de ocupación porque los aficionados al mundo del esquí se caracterizan por esperar hasta el último momento antes de hacer sus reservas, en función del tiempo.
La cosa tiene sentido puesto que las estaciones de Lleida son las que abren con mejores condiciones. Baqueira Beret, Boí Taüll Resort, Espot, Port Ainé y Port del Comte ofrecen 132 kilómetros de pistas con espesores de nieve que oscilan entre 20 y 50 centímetros, suficiente para satisfacer los deseos de los impacientes aficionados. Aunque sigue siendo poco en comparación con el año pasado. El estreno de temporada se adelantó al 22 de noviembre gracias a la gran cantidad de nieve que había en la mayoría de las estaciones.
Menos inversiones
Las estaciones de esquí se preparan constantemente para el futuro, pero las inversiones de este año no son las del año pasado, pese a que la última temporada ha sido de las mejores que se han registrado. Valga como ejemplo que las 11 estaciones de esquí del Pirineo leridano han invertido esta temporada un total de nueve millones de euros en la mejora de sus instalaciones y servicios, exactamente la mitad que el año pasado, cuando la inversión ascendió a 18 millones. La marca Neu de Lleida, que agrupa a todas las estaciones, ofrece gracias a aquellas inversiones 442 kilómetros de pistas, 100 de los cuales disponen de innivación artificial; 81 remontadores con capacidad para transportar a 115.000 esquiadores por hora, y más de 30.000 plazas de alojamiento en las proximidades de los complejos invernales, sin contar las segundas residencias y las 3.929 plazas de turismo rural. En el Pirineo oriental, las inversiones de este año, en cambio, sí son equiparables: Masella ha destinado a renovación 10 millones de euros; La Molina, 6,4 millones; Vallter 2000, un millón. La cifra menor corresponde a Núria: 170.459 euros.
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