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Serbia defiende en La Haya la ilegalidad de la independencia de Kosovo

Pristina sostiene que el único camino es la adhesión conjunta a la UE

Isabel Ferrer

Independencia o autonomía. Serbia y Kosovo, dos de los antiguos enemigos dentro de las guerras Balcánicas (1991-1999), mostraron ayer que los términos y su interpretación siguen enfrentándolos, aunque ahora la disputa sea ante una instancia neutral, el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ). Belgrado ha acudido a sus jueces para demostrar que la declaración unilateral de independencia de Kosovo fue ilegal. "Quebró la integridad territorial del Estado legítimo serbio", según sus representantes, que sólo contemplan la autonomía. Pristina, por el contrario, ve en la nueva república, proclamada en febrero de 2008, "la forma de pacificar la región", en palabras de Skender Hyseni, ministro de Exteriores kosovar. Pero sobre todo, desea labrarse un futuro de la mano de la UE.

Belgrado califica de acontecimiento que el asunto se dirima por medios pacíficos

Kosovo fue durante decenios una provincia de Serbia, que la considera parte inalienable de su identidad. La mayoría de su población (90%) es de origen albanés. El 5% de la población es de origen serbio. Dado que las relaciones entre ambas partes están afectadas desde el nacimiento de la República de Kosovo, Belgrado ha pedido al TIJ una opinión consultiva que ha prometido respetar. Como resumió ayer Vuk Jeremic, titular de Exteriores serbio: "Es histórico, la primera vez que tratamos de resolver un problema de esta magnitud en la zona por medios pacíficos".

Su equipo de expertos presentó la independencia de Kosovo como "la quiebra del principio de la integridad territorial, pilar del ordenamiento jurídico internacional, aplicable también a entidades estatales como Kosovo", según el abogado británico Malcom Shaw. Para él, la resolución 1244 de la ONU, que reguló el régimen administrativo de Kosovo tras la última guerra balcánica, "pedía el compromiso de ambas partes en la búsqueda de soluciones dentro de los límites serbios". Su colega germano, Andreas Zimmerman, subrayó que "no hay espacio para la autodeterminación en la legislación internacional, mucho menos por parte de instituciones provisionales como las avaladas por la resolución de Naciones Unidas". Marcelo Kohen, catedrático en Ginebra, redondeó ambas presentaciones: "Desde la época de la descolonización, ningún nuevo Estado ha sido admitido en el seno de la ONU con la oposición del Estado al que pertenecía".

Belgrado no quiere perder Kosovo, pero tampoco desea dañar su posible adhesión a la UE. De ahí su buena disposición. Kosovo, de su lado, presenta su declaración de independencia como una fórmula casi mágica. Saca fuerzas de los 63 países que la han reconocido (EE UU, Francia y Reino Unido entre ellos). Espera ansiosa que los 36 que la han rechazado cambien de opinión (España, Rusia, China e India figuran en este grupo). Y está segura de que modernizará la nueva república, "gracias a una Constitución que protege los derechos humanos, facilita la reconciliación entre albaneses y serbokosovares y marcha en la única dirección posible, la adhesión a la UE de Serbia y Kosovo, en igualdad de condiciones". Lo dijo el ministro Hyseni. Sus asesores legales aseguraron que "la ONU no impuso la obligación de llegar a un acuerdo con Serbia para poder independizarse". Es más, "la comunidad internacional aceptó la recomendación de la independencia efectuada por su enviado especial, Martti Ahtisaari". El TIJ tardará varios meses en fallar, pero antes escuchará las razones de los países a favor y en contra de la creación de la República de Kosovo.

Los miembros de la delegación serbia (izquierda) presencian la llegada del tribunal.
Los miembros de la delegación serbia (izquierda) presencian la llegada del tribunal.EFE
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