Las ruinas del paraíso
El jueves pasado hubo pánico en las Bolsas. Poco después, el pánico se trasladó a los sueños de algunos millonarios que contaban ya con trasladarse, en vida, al paraíso. Lo primero: los problemas financieros de Dubai saltaron a la luz y se calculó que un consorcio público del emirato no puede afrontar una deuda de cerca de 40.000 millones de euros, que procede de su afán de construir el paraíso en una esquina del desierto de Arabia. En cuanto a lo segundo, las pesadillas no las tuvieron los tiburones de las altas finanzas. Las padecieron personas que resultan familiares: Brad Pitt, Angelina Jolie, David Beckham, Naomi Campbell, Rod Stewart o Richard Branson, el propietario de Virgin.
La imagen que más se ajusta al paraíso debe de ser la de la palmera. Y ése fue el nombre, The Palm, que la rama inmobiliaria del consorcio Dubai World, Nakheel Properties, eligió para levantar un prohibitivo complejo residencial en las islas ganadas al mar en ese lugar que casi no tiene petróleo. En la cabeza de ese consorcio está el jeque de Dubai Mohamed Bin Rachid al Maktum.
Hace unos años el emirato, un centro financiero de primer orden, se convirtió en puro espectáculo: sus grandes edificios (ahí se levanta el Burj Dubai, el rascacielos más alto del mundo) y sus diversas atracciones, como una pista de esquí en mitad de la arena, lo han convertido en lugar de una exclusiva peregrinación turística.
Los delirios no terminaron ahí. Tras The Palm se pusieron en marcha otras dos urbanizaciones de características semejantes, Yebel Ali y Deira, pero para los más ricos se concibió The World, un conjunto de 300 islas que reproducen el mapa del mundo. Pitt y Jolie iban a comprarse Etiopía y Rod Stewart, Escocia. Y es posible que adelantaran el 70% del precio para asegurarse su particular paraíso en unas remotas islas libres de impuestos.
Dubai World no puede afrontar sus deudas, pero los expertos dicen que el batacazo no es lo suficientemente grande para contaminar la economía mundial (las entidades europeas podrían tener en peligro unos 9.000 millones de euros). A los mortales, sin embargo, ya nada de eso les importa desde que han sabido que la crisis también puede amargarles los sueños a los más ricos.
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