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Columna
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Excomunión

Lo de la excomunión acojona. Es uno de esos conceptos que me retrotrae a aquella época tenebrosa en que los curas nos aterraban con el tormento eterno. Si no entrabas en vereda podían negarte la comunión, lo que por entonces equivalía a situarte en la boca del averno. Ahora el infierno es mucho más light, pero entonces tenía mogollón de fuego, culebras y unos tipos rojillos jodiéndote con el tridente.

Inmerso en las tinieblas del pavor, mi mente núbil tardó lo suyo en entender que a lo mejor Dios tenía algo que decir sobre tan brutal condena, ya que al fin y al cabo era él y no los obispos y cardenales quien mandaba en la eternidad. También me ayudó el discernir que, si había alguien allí arriba, habría de ser grande y generoso y nunca tan errático, mezquino y taimado como esos supuestos ministros suyos que manejaban a la gente manipulando sus conciencias.

Martínez Camino advirtió a los políticos que no podrán comulgar si apoyan la ley del aborto

Aquella lógica aplastante sobre la propia idea de Dios, que ya defendían otros curas más comprometidos con la esencia primigenia del cristianismo, me rescató del medioevo.

Ahora la excomunión, con toda su carga de dramatismo teológico, ha reaparecido de la mano del portavoz de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino. Como saben, el escudero de Rouco advirtió a los políticos que no podrán comulgar si apoyan la ley del aborto. Aunque su amenaza era amplia el misil iba dirigido a los líderes socialistas y en especial a José Bono y a José Blanco por su condición de diputados. El primero le plantó cara en un artículo recordando a los talibanes una disposición papal que acepta el que un parlamentario apoye propuestas que limitan los daños de una ley del aborto, como es lo que se pretende ahora con respecto al texto anterior. Con igual rotundidad el ministro de Fomento manifestó públicamente que, aunque como católico está dispuesto a creer que el aborto es pecado, se niega a aceptar que sea delito y que ninguna amenaza eclesiástica le induciría a promover una legislación que convierta en delincuentes a las mujeres que quieran decidir sobre su maternidad. Blanco dijo entender que Rouco quiera mandarlas al infierno, pero el Estado no debe meterlas en la cárcel. Lo cierto es que ambos votaron a favor y habrá que ver si les niegan la comunión.

Tampoco queda claro el futuro espiritual del rey de España, también católico, aunque bastante alejado del perfil meapilas que desearía la Conferencia Episcopal. Cuando las cámaras aprueben el proyecto de ley, don Juan Carlos, como jefe del Estado, deberá sancionarlo estampando su real firma. Esta vez Martínez Camino ha tenido buen cuidado de no incluir en su amenaza al Rey. Cuando el Parlamento aprobó la despenalización parcial del aborto Juan Carlos I se plantó en el Vaticano para explicar su delicada situación y según parece Juan Pablo II fue comprensivo con él. Y es que la Constitución española no permite apaños como el ideado en Bélgica para que el rey Balduino no sancionara la ley del aborto en 1990. Allí fue incapacitado durante día y medio y desde que murió lo están moviendo para hacerle santo, aspiración que no imagino en los planes del Monarca español.

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Bien sabe el Rey que, a pesar de la decisiva influencia que la Iglesia ha ejercido sobre quienes reinaron en España, sólo Isabel de Castilla y Fernando de Aragón pasaron a la posteridad como los Reyes Católicos. Curiosamente los únicos reyes de España que han sido excomulgados por el Vaticano. Nadie hablaba entonces del aborto. Paulo II les negó la comunión por falsificar una bula papal que les permitía casarse siendo primos. Con el mismo descaro e interés terrenal con el que suele operar en los casorios el Tribunal de la Rota, los manejos de Alejandro Borgia lograron levantarles la excomunión y cuando fue Papa otorgó a Fernando el título de rey católico que apellidó a la pareja para siempre. Todo un referente histórico para los púlpitos que tanto satanizan el relativismo moral.

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