Palabra de Darwin

Se pudo oír el rumor de la quilla del Beagle cortando los océanos, el crujido de sus mástiles, el murmullo de las frondosidades de las islas Galápagos y el silencio eterno de los fósiles. También el fragor de la batalla entre la ciencia y la creencia. Y todo sin salir del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

¿Cómo? Con las palabras con las que Charles Darwin cambió nuestra manera de entender al hombre y la naturaleza.

Ayer, durante toda la jornada, tuvo lugar una lectura pública de El origen de las especies, obra fundamental del biólogo, porque, precisamente ayer, se cumplían 150 años de su publicación en Londres, en una edición que se agotó rápidamente.

"Es una obra de la que todo el mundo habla y que pocos han leído. Aquí tratamos de acercarla a la gente, que se sepa que es accesible a cualquiera", explica Soraya Peña, vicedirectora del Museo para Exposiciones y Programas Públicos.

Así lo atestiguaron las más de 200 personas que se plantaron frente al libro: historiadores de la ciencia y eruditos científicos, como el paleontólogo Emiliano Aguirre, premio Príncipe de Asturias, y también muchos de los escolares que estaban de visita grupal por el museo. ¿Entienden estos chavales la evolución? ¿La entiende el ciudadano medio? "Afortunadamente en España la gente sabe lo que es la evolución y pocos se creen a pies juntillas el creacionismo. Aquí no hay grupos militantes creacionistas como en Estados Unidos y por lo general se compatibiliza bien la religión y la ciencia", señala Esteban Manrique, el director.

Desde el altillo donde se llevó a cabo la lectura, que bien podría ser el puente de un navío, se domina una exposición, muy recomendable, que explica la vida y la teoría del barbudo biólogo, en conmemoración del bicentenario de su nacimiento.

Además, el museo está poblado por animales extraordinarios como calamares gigantes, lobos ibéricos o leopardos de las nieves. No teman: están disecados. Hubo un atento oyente a la lectura de Darwin: un elefante africano que el duque de Alba cazó en Senegal a principios del siglo pasado y que no apartó la oreja en todo el día.