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Reportaje:Radiografía de una manifestación

Otras ciudades, otras formas

Las capitales europeas tienen distintas estrategias para prevenir altercados

F. Javier Barroso

Las capitales europeas han puesto en marcha proyectos novedosos para controlar las manifestaciones y que no se conviertan en auténticas algaradas populares. Algunas fueron expuestas en un congreso organizado por la Policía Municipal de Madrid.

- Oslo. La capital noruega (560.000 habitantes) ha sido pionera en evitar disturbios durante las manifestaciones. La policía utiliza desde hace años grandes camiones procedentes del Ejército a los que ha colocado enormes vallas por delante. Con este sistema, se pueden bloquear calles y conducir a los manifestantes por el recorrido prefijado. En caso de disturbios, los agentes son capaces de cerrar avenidas enteras y detener a los alborotadores. "En algunos casos muy conflictivos y por este sistema de cerrojo hemos llegado a arrestar a hasta 260 personas que intentaban llegar a la sede del Gobierno", explicó el representante de la policía de Oslo, Roger Andresen, que argumentó que con este sistema, denominado Control Móvil de Multitudes, se han evitado heridos, se ha reducido la tensión en las protestas y se reduce el número de policías.

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- Berlín. Las autoridades de la capital alemana (de 3,4 millones de habitantes) se percataron de que la violencia en las manifestaciones había crecido de manera especial en los últimos 10 años, por lo que decidieron tomar medidas. Para evitar altercados, crearon tres tipos de agentes que participan en las protestas. Los llamados equipos anticonflictos (AKT) van vestidos de amarillo y no llevan armas. Hablan con los concentrados violentos y les piden que depongan su actitud o que se marchen de una zona. Si no les hacen caso, entran en acción los agentes de inteligencia, que llevan un chaleco azul. A los más peligrosos les separan del resto de manifestantes y les invitan a marcharse si no quieren ser detenidos. Cuando las cosas ya no tienen solución, intervienen los antidisturbios.

Cada año se producen en Berlín 140 detenciones de media por altercados en manifestaciones. Como la ley penal alemana obliga a que los arrestados sean puestos a disposición judicial de inmediato, la policía berlinesa dispone de un edificio creado ex profeso para las grandes concentraciones al que llevan a los autores de altercados. Allí el juez les toma declaración. Así, los policías pueden volver a vigilar la concentración, según destacó la representante berlinesa Anja Röder.

- Estocolmo. En Suecia, la policía ha optado por el diálogo para evitar conflictos. Desde 2001, cuenta con 35 agentes especializados en tratar con los manifestantes, que trabajan en las ciudades de Estocolmo, Gotemburgo y Malmoe. Su trabajo consiste en mediar entre los manifestantes y los distintos departamentos de policía, reducir el riesgo de disturbios y evitar malos entendidos sobre horarios o recorridos. En caso de grandes concentraciones, los agentes se desplazan a la capital (800.000 habitantes) para tomar las riendas de las grandes marchas, según la policía Annika Eriksson.

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- París. La inteligencia en sentido policial y la información previa a las manifestaciones es el recurso que mejor utiliza la policía de París (cuatro millones de habitantes). Los agentes hacen un pormenorizado informe de los organizadores de aquellas manifestaciones que se consideran de alto riesgo. Quedan con ellos días antes y le enseñan todo lo que han investigado. Según el jefe policial parisiense Alexis Marsan, este modo de actuar "puede considerarse una relación contractual".

De esta forma, los manifestantes conocen sus obligaciones y los policías el margen de actuación de los concentrados y los propios organizadores. "Se les recuerda la legislación vigente y las normas a las que se deben de adecuar en la manifestación, y las posibles consecuencias por el incumplimiento", recordó Marsan.

- Ámsterdam. La policía de la capital holandesa (743.000 habitantes) es experta en la organización de partidos de fútbol considerados de alto riesgo. En 1986 se fundó un equipo de observadores que clasifican los encuentros en tres tipos de peligrosidad. Los de tipo A son en los que, en principio, no se producirán altercados. En los de tipo B o de medio riesgo sólo se puede acceder al estadio en autobús o tren. En los de tipo C -de alto riesgo-, la llegada al estadio se hace a través de tren bajo una estricta supervisión policial. Un equipo de 42 observadores vigila a los seguidores ultras de los equipos (hooligans). Realizan su labor con uniforme reglamentario y vigilando zonas concretas.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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