Revivir la Edad Media a pie de rúa
Compostela se abre a los niños de Primaria como un libro en tres dimensiones
"¿Qué había en Compostela en la Edad Media?", pregunta Xesús, apostado en Porta do Camiño. "Pues castillos, condes, campesinos...", responde uno de los niños. "¡Y mercados!", añade otro. El grupo de alumnos que protagonizan el paseo Compostela Medieval responden con puntería a las preguntas del guía. La Historia, cuenta su profesora, es la asignatura estrella de 5º y 6º de Primaria, así que los paseos que dará el Ayuntamiento de Santiago a 700 niños de la comarca, tienen todas las papeletas para convertirse en un excelente método de aprendizaje. Así lo ve Mercedes, la profesora, que presume orgullosa de los suyos: "Es su asignatura favorita, se lo traen aprendido".
El paseo comienza en la Porta do Camiño, una de las entradas históricas de la ciudad. Ya lo era en el siglo XII, mientras se construía la capital. "Pero esto no es una puerta, es la entrada a una calle", dice tímidamente un niño. Xesús sonríe y les explica que de las siete puertas que tenía Santiago en la muralla que la rodeaba, sólo mantiene la forma de puerta la de Mazarelos.
Reconocen las calles, las plazas e imaginan las actividades que tenían lugar allí
Los escolares estudian el medievo caminando por los orígenes de la ciudad
Las preguntas se dan a cuentagotas al principio, pero varias prazas después, los maestros deben poner orden para dudar por turnos. Las lecciones se intercalan con las interpretaciones teatrales; y no queda ni rastro de la vergüenza cuando se visten con barbas y desenfundan las espadas para interpretar los estratos sociales de la época.
"Mandaba el alcalde", explica Xesús, mientras va sacando de su inseparable carrito, materiales para todos: un pergamino, una pluma, sombreros, un bastón de mando. "Yo quiero ser el alcalde", le pide un niño, agarrando la batuta. "Pero quería ser yo", le responde otro. "Tú puedes ser notario", le tranquiliza este profesor por un día extendiéndole el pergamino, "eran muy importantes porque en el Reino de Galicia se comerciaba mucho y los precios debían ser justos". Así que el muchacho dibuja una sonrisa generosa mientras agarra con seguridad el papel. "Yo soy Rajoy", dice, "y yo Zapatero", responde una de sus compañeras.
La escenificación tiene como fin hacerles ver cómo funcionaba la compraventa en aquella época. "Toda la ciudad era un gran mercado", cuenta Xesús, y ya entonces se impedía que existiera la competencia desleal entre puestos de venta; en cada uno se cantaba a cuánto había de venderse cada producto. Las plazas respondían generalmente a los topónimos de las actividades que allí tenían lugar. ¿Pero por qué Cervantes?, plantea el guía. "¿Y si os digo que se vendían los productos del campo?". La de Cervantes fue la plaza del Campo durante un tiempo. En ella se exponían lo que costaba cada producto. En Praterías se vendía el pescado que entraba, ahumado o salado, por la Porta Faxeira. En Mazarelos, cuya puerta tenía en origen dos hojas de madera, era desde donde se movía el vino Ribeiro y los cereales que venían de Castilla y se enviaban a territorios lejanos a través de la Ruta Xacobea.
La vida se daba en las plazas, y como en Santiago nunca acompañó el sol y el buen tiempo, se prepararon los soportales, en los que se vendía y en los que sacaban los artesanos sus aparejos para trabajar en la calle y no mojarse. El guía lo cuenta a pie de edificio, haciéndoles ver el porqué de los materiales utilizados para construir, la razón de no levantar más de dos pisos, la utilidad de cada planta. "En la baja tenían el taller, en la primera vivían", dice Xesús. "Y todas las casas solían tener su huerta", añade, "y luego, al mercado".
"Imaginaos como sería la Rúa Nova", dice señalando a los soportales, "sonarían un montón de herramientas para tallar, forjar, moldear... ¿os hacéis una idea?". Conocen la ciudad como la palma de su mano pero es como si nunca le hubiesen impreso esa mirada. La de los oficios que ya no existen y que dieron nombre a tantas calles.
La catedral también parece distinta cuando, en mitad de la Quintana, les cuentan que bajo sus pies hay un cementerio. "Estáis pisando tumbas", dice riéndose. De la catedral lo que más les sorprende son las campanas de reemplazo del templo. "Son enormes, no se ven tan grandes desde arriba", dice uno de los niños, mirando hacia el campanario. Pero si hay algo que les gusta, es el códice que les abre Xesús en mitad del claustro. "¿Quién lo dibujaba?", le preguntan. Al guía le sirve para explicar la sociedad que gira en torno a la Iglesia Católica: "Había gente muy preparada. Escribanos, ilustradores...".
El escenario en el que se convierte la ciudad para ellos es un juego que se completa con la actividad en la que han de recopilar todo lo aprendido. En grupos de cinco, y apostados en los bancos de la Facultade de Filosofía, los niños rellenan un cuadernillo. No lo tienen muy difícil, han tomado nota de todo.
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