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El aeropuerto de Lleida busca medio millón de usuarios

El aeropuerto de Lleida Alguaire empezará a funcionar el mes que viene y pretende alcanzar la cifra de medio millón de usuarios en los próximos 10 años. La mitad, en líneas de bajo coste, pero también en vuelos de empresa y de helicóptero. Es pequeño y coquetón. Su arquitecto es Fermín Vázquez, del estudio B720, que ha colaborado en obras tan conocidas como la torre Agbar y la Ciudad de la Justicia, ambas en Barcelona. En esta ocasión, el reto era que el edificio pasara inadvertido, que se integrara en el paisaje; de ahí que la torre haya sido recubierta con paneles traslúcidos con los mismos colores del altiplano en el que se encuentra, un altiplano de 2.000 hectáreas sin obstáculos: ideal para la aviación, según el piloto inglés que hizo los primeros vuelos de prueba el pasado junio.

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Una curiosidad: la mitad de la energía eléctrica la produce una central solar contigua.

Quiere ser el "aeropuerto de los Pirineos", utilizado por familias que gustan del esquí, en invierno, y de deportes de aventura, en verano. "Los Alpes están consolidados y tienen estupendas infraestructuras. La ventaja del Pirineo catalán es que tiene cuatro días semanales de sol, por dos en Suiza, y entre 6 y 10 grados más. Para los apasionados del esquí, nada; para las familias, dos grandes ventajas", dice Oriol Balaguer, director de Aeropuerto del Gobierno catalán. "Las conversaciones con operadores de Reino Unido, Irlanda y Rusia nos indican que puede haber demanda", añade.

En estos momentos, en Alguaire hay un número amplio de técnicos de Navegación Aérea probando los equipos técnicos. "Primero se les hace funcionar de forma aislada; luego, de forma integrada. Desde las transmisiones hasta la seguridad, los bomberos y el radar", explica Balaguer.

La pista mide 2.500 metros por 61 de ancho y admite 16 vuelos diarios, aunque la previsión inicial es de menos: "Tres diarios de media, pero es una cifra engañosa porque la demanda se concentrará especialmente de viernes a domingo".

El público del aeropuerto es doble: extranjeros que acudan a la zona de vacaciones y los residentes en la zona que "cada vez viajan más, pero que se desaniman si para ir a París un fin de semana tiene que ir primero a Barcelona".

El aeropuerto tiene también zona de carga y construido ya, aunque sin el permiso correspondiente, el punto de inspección fronteriza. Además, en las 369 hectáreas que ocupa se han reservado 25 para hostelería y otras instalaciones y 32 para zona logística e industrial directamente relacionada con la actividad aeroportuaria. La empresa que gestione el aeropuerto (el concurso se hizo público hace unos días) podrá decidir el uso de estos terrenos, pero si no hiciera nada en un plazo determinado, el Gobierno catalán los recupera, antes incluso de que venza el periodo de la concesión; 35 años, prorrogables a 45. Pasado ese tiempo, todo retorna a la Generalitat.

"Hay varias empresas aeronáuticas que se han mostrado interesadas en la zona industrial. Son desde compañías que fabrican recambios para aviones hasta firmas que se dedican al mantenimiento o que producen sistemas de control aéreo para las que estar junto a las pistas ofrece excelentes posibilidades de pruebas", dice Balaguer.

El objetivo del Gobierno catalán es que el aeropuerto sea "un motor económico de la zona, un factor de equilibrio territorial" a la vez que ayuda a potenciar el turismo de congresos. Hoy, Lleida es la segunda ciudad con más actividad de este tipo de Cataluña (la primera es Barcelona) hasta el punto de que ha tenido que rechazar actividades por falta de infraestructura. Eso no pasará cuando se inaugure, dentro de pocos meses, el nuevo palacio de congresos. El año pasado, Lleida acogió 329 congresos y convenciones, con 30.492 asistentes. Para ellos el nuevo aeropuerto, a cinco minutos de Lleida, es una gran ventaja.

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