_
_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Oliart

El problema no es la edad. Cierto, podría interpretarse como un sarcasmo que el nuevo presidente de RTVE, una corporación que ha prejubilado masivamente a los mayores de 52 años, tenga 81. Pero esas cosas pasan. Cuando se manda, la edad no cuenta.

Tampoco es problema el desconocimiento del medio. Poca experiencia televisiva tenía el "comité de sabios" que redactó para el Gobierno una "hoja de ruta" sobre el futuro de RTVE. El presidente del comité, el filósofo Emilio Lledó, ni siquiera tenía televisor en casa. El comité recomendó que se mantuviera el sistema de financiación mixta, una parte por ingresos publicitarios, otra a cargo del contribuyente, y ya ven: el 31 de diciembre se emitirá el último anuncio en la televisión pública.

La capacidad de gestión resulta indudable. Alberto Oliart se encargó, como ministro de Defensa, de lidiar con los militares después del 23-F. Y aquellos generales no eran como los de ahora, que ven mundo con la OTAN. Fue varias veces ministro pero de un modo relativamente efímero, como si se le viera pasar de perfil: eso ha de ser útil en una corporación de futuro incierto.

Ni las formas son problema. La elección de Alberto Oliart como candidato de consenso ha sido anunciada cuando el actual presidente, Luis Fernández, no ha presentado aún la dimisión. Fernández, bastante cabreado por algún detalle de la vicepresidenta Fernández de la Vega (la vice les explicó a las privadas y a la prensa la nueva fórmula de financiación antes que a él), prefirió no dar el portazo hasta que se pactara su relevo. Como resultado, parece que es a él a quien dan portazo. El asunto queda bastante feo, pero no desentona con el resto de la actualidad.

El problema grave consiste en que Oliart es poeta. No tan bueno como algunos de sus compañeros de Universidad, tipos del nivel de Gil de Biedma y Goytisolo, pero más que correcto. Y, aunque haya lidiado con generales golpistas, dudo que el poeta Oliart tenga estómago para la televisión de hoy.

Esperemos que no tenga que recitar en su nuevo despacho uno de sus poemas: "Vivir para saber que voy perdiendo / todo lo que guardaba. / Imposible parar. De nada sirve / volver atrás el ansia. / Nada podré esperar. Todo concluye".

Recibe el boletín de televisión

Todas las novedades de canales y plataformas, con entrevistas, noticias y análisis, además de las recomendaciones y críticas de nuestros periodistas
APÚNTATE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_