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Tribuna:MI CORAZÓN DELATOR
Tribuna
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Conti o el estilo

Conti, que ha vuelto al papel de quiosco con los Clásicos del Humor. Conti, barcelonés brillante, bien vestido, hermético, inmóvil, constante, como un contador de la luz del dibujo a la puerta de la editorial Bruguera. Conti, con sus ojos pequeños de dibujante quemados por el flexo (una grulla nocturna que sumerge la cabeza en la mesa de dibujo). Carlos Conti, recordado también en la noche movediza de Internet por sus discípulos del tebeísmo. Otro dibujante, Jaume Rovira, que cogió el vagabundeo de Carpanta en alpargatas y lo dejó en el dos caballos de Segis y Olivio; Jaume Rovira, último maestro de la escuela Bruguera, evoca a Conti en el blog del Alquézar (ladyfilstrup.blogspot.com): sonriendo, elegante, tímido y afable. Pero ésta es también la descripción de Morfeo Pérez. Un puñado de las pocas historietas que hay de Morfeo Pérez, no sé si en total pasaron de 16, se ha reproducido ahora en un volumen misceláneo de Clásicos del Humor (el dedicado a los personajes inocentes). La vida adormilada de Morfeo Pérez, puros años cincuenta. Los edificios de oficinas, las tiendas de electrodomésticos llenas de televisiones, el frigorífico por donde salía a bocanadas el frío del otro lado del telón de acero... La vida concretándose en poder adquisitivo va a caer igual que un piano de cola sobre el cine de aventuras y, como es tan bestia el cacharrazo, las aventuras de los tebeos, los sueños de los tebeos, se dibujan con las viñetas abolladas. Conti era el dibujante que se había inventado a un loco y le había puesto Carioco porque tiene rima. La rima contiene su propia ciencia, que es la ciencia-ficción. En el mundo paralelo de la rima todo encaja como en los poemas de Campoamor y en las canciones de Siniestro Total (ambos de género realista). Pero resulta que Carioco no está loco, sino que es sólo un ingenuo que vive en un manicomio. Para tener un manicomio bastan una habitación vacía y la gente adecuada, esto lo dice un personaje de Al servicio de las damas, la película de Gregory La Cava. Carioco es la persona que se ha equivocado de habitación vacía.

Conti ha dibujado historietas de locos, de científicos, de oficinistas...
En él, el hombre dice 'no' al mundo, pero el mundo responde 'sí' al hombre

En Conti hay un lector permanente. Al autorretratarse en una viñeta para explicar cómo veranea, se pinta en una isla de náufrago con una nevera, una televisión en color y una pila de libros. A Conti le fascinan los avances científicos de la vida doméstica. Es un soñador de corbata austera y americana de espiguilla que prefiere el microscopio al telescopio, porque busca la lejanía interior. Conti es un lector de divulgación científica que crea a un doctor que se llama No, y para compensar le pone un ayudante llamado Sí. En Conti el hombre dice no al mundo, pero el mundo responde al hombre. Cuando Conti se interesa por la ficción especulativa dibuja Don Alirón y la ciencia-ficción. Cada rima es una verdad inapelable. Contra un mundo que rima, no hay nada que hacer. La rima blinda las palabras y sólo se puede contestar a una rima con otra rima. Conti titula con rima, pero va a dibujar en prosa de periódico. Conti llenará los tebeos con el trazo convulso del teletipo. Quienes estudian el humor gráfico han escrito que su estilo recuerda el de Mingote, otro dibujante de prensa. Pero la prensa avillana el estilo y empequeñece todo ideal estético, dice Valle-Inclán. Todo lo que ocurre en la vida es mala literatura. Insistir en la vida echa a perder la escritura, clama su contemporáneo Remy de Gourmont al tiempo que el lupus le deforma la cara. Conti ha dibujado historietas de locos, científicos, oficinistas..., y siempre aparece en algunas de las viñetas un rostro en primer plano de alguien que pasea. Conti se obstina en dibujar al hombre que vive a diario, como vive un periódico, y así se va agriando su estilo. Pero en Conti esto es una cuestión ética.

Antes de ser dibujante, Conti se empleó como agente de seguros, hizo la guerra con la República y tuvo que comerse seis años de mili. A finales de los años cincuenta se fugó de las mazmorras de Bruguera en compañía de Escobar, Peñarroya, Cifré y Giner, y juntos fundaron en cooperativa la revista Tío Vivo. A los tres años, Bruguera compró la revista y los volvió a encadenar al remo de la producción masiva. Cifré murió muy poco después, con 40 años. Peñarroya y Conti murieron en 1975, el primero con 65 años y el segundo con 59. Se ha contado que en sus últimos días, enfermo de algún tipo de reúma o artritis, Conti dibujaba con el lápiz atado a la mano, igual que Auguste Renoir se tuvo que atar los pinceles a los dedos para seguir pintando antes de quedarse inválido.

Conti crea La vida adormilada de Morfeo Pérez, una de las historietas más deliciosas del tebeo español; sin embargo, no querrá ser el rey de la historieta porque preferirá reinar en el chiste. Cuando a ningún dibujante de Tío Vivo se le ocurría un chiste, iban a buscar a Conti, y éste bajaba la cabeza y en seguida la levantaba exclamando: "¡Ya lo tengo!", y lo dibujaba. La manera de trabajar de Conti es la misma que la de los surrealistas con los cadáveres exquisitos y con el azar objetivo. El dibujante ha ideado un sistema de fichas con escenas, situaciones, personajes y frases. Baraja las fichas y las va sacando a boleo, y de esta combinación surge el chiste. Los chistes de Conti van a llegar a todas partes. Un personaje de la película La mujer de arena (de Hiroshi Teshigahara, 1964) se troncha de risa leyendo una viñeta de Conti en el periódico. Su humor no funciona por asociación de ideas; se trata antes de una disociación de ideas. Asociar ideas es para Conti un placer mediocre.

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En La vida adormilada de Morfeo Pérez se muestran escenas de la vida de un hombre apocado que sueña con proezas. Para la imaginación de Morfeo Pérez una chispa de ingenio es superior a todo esfuerzo y a toda inteligencia. Parece un personaje inspirado en la película La vida secreta de Walter Mitty, con Danny Kaye, la cual, a su vez, se inspiró en el cuento homónimo de James Thurber (editado en 2004 por Acantilado). Al igual que Conti, Thurber es dibujante, pero los chistes de Thurber se publicaban en el New Yorker y los de Conti en el Tío Vivo. No he querido ofrecer aquí un dato grotesco; al contrario, se trata de un dato serio. En una viñeta, un personaje le dice a Morfeo Pérez: "conozco por lo grotesco de sus facciones que es usted un hombre serio".

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