25 años de 'bioculturismo'
La feria de producción ecológica que inauguró Tierno Galván crece un 20%
Enrique Tierno Galván tenía olfato en las tendencias sociales. Además de apoyar la movida artística intuyó que el ecologismo era un movimiento con raíces hacia el futuro. Hace 25 años inauguró la primera edición de BioCultura, iniciativa de un colectivo catalán, Vidasana, que pretendía fomentar precisamente eso: vidas fundamentadas en los productos naturales y en el consumo responsable. Ecológico, biológico, orgánico. Los tres nombres valen para definir el concepto. Fue después del éxito de Madrid cuando la feria BioCultura (www.biocultura.org) se exportó a Barcelona (hace 17 años) y el próximo año llegará a Valencia.
El domingo 8 de noviembre culminan las jornadas de BioCultura 2009, que comenzó el jueves, con más de 700 expositores y más de 200 actividades. Abundante clientela curiosa -muchos con carritos de la compra- recorrían el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo en los dos primeros días. Los organizadores prevén que tras el fin de semana se hayan superado los 130.000 visitantes. "En 25 años ha llovido mucho. Sólo en alimentación exponemos 14.000 productos (de un total de 50.000). Hemos crecido un 20% más que en 2008", constata la directora de la feria, Ángeles Parra.
"Este mercado está plantando cara a la crisis", dice un 'ecoempresario'
Un economato bio sirve alimentos a escuelas infantiles de Villalba
La bioactitud, el bioculturismo, es una línea de comportamiento que "no es cosa de hippies". "El visitante medio tiene entre 30 y 50 años. El perfil más frecuente de la feria es una familia joven con hijos", dice Parra. "España es el primer productor ecológico europeo, pero el 80% de la producción se exporta", añade.
"No nos queda más remedio que crecer fuera", corrobora mientras da a probar sus aceites José María Pérez Morales. Es responsable de La Labranza Toledana y comparte inquietudes con su mujer, Adelaida del Puerto, "arquitecta bioclimática". "Quien consume ecológico no es quien tiene más poder adquisitivo, sino quien tiene mayor nivel cultural", dice el productor.
El reto de los biocomprometidos es llegar a las colectividades y a las nuevas generaciones. José Luis Villarejo, responsable de Fitofarma y del Economato Macabeo, reparte su actividad entre Collado Villalba, Oteruelo del Valle y Majadahonda. Produce 3.500 kilos semanales de producto fresco (fruta y verdura) y sus alimentos llegan a escuelas infantiles (Green y Tobías), en Villalba y a una guardería de Colmenarejo.
Precisamente de la experiencia de comida ecológica en las escuelas de Roma se habló estos días en una de las conferencias de BioCultura. "La alimentación orgánica no es una moda pasajera, es una tendencia en alza, algo que se está afianzando. La gente se quiere cuidar y hay más conciencia. Antes ibas a las tiendas y tenías que explicarles qué valor tenían los productos ecológicos. Ahora es un mercado en crecimiento que está plantando cara a la crisis", dice Carlos Montalvo. Con su mujer, María Sáez, contagiada de la corriente healthy food (alimentación saludable) en Boston, montó hace 14 años en el sótano de su casa en Rivas-Vaciamadrid un almacén de importación de productos ecológicos internacionales y de los pioneros españoles. Como Biomundo, distribuyen ahora desde Mejorada a tiendas especializadas y envasan frutas y verduras de huertas madrileñas.
Villalba, Tielmes, Chinchón, Cenicientos, Brunete, Belmonte de Tajo... son nombres a tener en cuenta en el mapa biocultural de Madrid. "Originales por naturaleza", proclama la propaganda del área expositora de la Comunidad de Madrid, con una treintena de marcas de producción ecológica de la región (www.caem.es). Junto a pequeños pero ambiciosos (en constancia) productores, figuran incluso hipermercados enganchados al asunto "ecobio".
Carnes y vinos de producción ecológica del mismo pueblo son vecinos de espacio expositor. "Cenicientos se ha vuelto muy ecológico", dice Noelia Fermosell, de Bodega Luis Saavedra, que han reorientado hacia lo orgánico la trayectoria vinícola familiar. Lo mismo ha hecho Rodrigo, de Gavisa, "por convicción y posibilidad de negocio". Vende a tiendas y a particulares, en un ritmo "lento pero que se mantiene", y su carta de presentación es: "Carne orgánica de vacas felices", ejemplares autóctonos de raza avileña-negra ibérica que pastan con el horizonte de la sierra de Gredos.
Ana María Rico y su marido, Pedro Álvarez, son otro caso de reorientación de actividad tradicional desde La Aceitera de la Abuela. Los frutos de olivos de los terrenos familiares de Titulcia se exprimen en una almazara donde todo es orgánico y se aprovecha la biomasa de los huesos de aceituna cornicabra. Hace tan sólo dos meses han envasado Mantua Carpetana, con denominación de origen de aceite ecológico.
Cooperativas de "agricultura social", como Ecosecha, activan en Madrid los grupos de consumo que quieren recibir en casa (o en la oficina) alimentos ecológicos, y hasta se puede aprender por Internet. Cultivabio propone cursos de cocina sana y recetarios "para el gourmet natural", así como "creación de empresas de artesanía alimentaria ecológica".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.