_
_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Peligro

De ningún modo me hace feliz hablar del peligro que corre la democracia después de tantos años en que no existió. Pero si lo hago es en defensa de las libertades, o sea en rigurosa defensa propia.

Al principio, todo fue hermoso porque teníamos fe y, además, merecíamos tenerla. Nacía la libertad, los políticos eran elegidos por el pueblo, no había corrupción (quizá porque tampoco había dinero) y el pueblo, con sus canciones al frente, se ponía en marcha. Nuestros políticos eran intachables y si no estaban en gracia de Dios al menos en gracia con las banderas en la calle.

Algo más tarde llegó el llamado "desencanto", y mucha gente ya no sintió ilusión alguna al votar. Todos empezamos a darnos cuenta de que un político no era un hombre abrazado a una bandera, sino que era otras dos cosas: un profesional, o sea una persona que intentaba ganar dinero, y un representante de intereses que aveces no entendíamos. Ganar dinero no era sólo el sueldo legítimo, que nadie discutía, sino otras cosas que discutía todo el mundo.

El desencanto llevó a la frustración, luego a los votos en blanco y al final a la ausencia de votos. La gente no nos sentíamos relacionados con un país que no era el nuestro, sino el de los partidos, y más cuando empezamos a preguntarnos de dónde salía el dinero de éstos. Para desesperación nuestra, empezamos a saberlo.

Ahora, finales de 2009, la frustración es total. Todos nos sentimos robados, y si alguien lo denuncia en el Parlamento -supremo garante de la verdad- la única respuesta que obtiene es: "Tú más". Se ha llegado a tener la desoladora sensación de que ya no se trata de la búsqueda de la verdad, sino del reparto civilizado del botín.

Ojo. Cuidado. Atención. Todavía nos quedan las formas, nos quedan un Rey, pero una democracia sin votantes, sin ilusiones y, en cambio, con muchas sospechas, no es democracia y está expuesta a un cambio inesperado. Los cambios inesperados siempre nacen con un profeta que lleva una pistola y que además siempre convence a todo el mundo, porque a todos los que no convence, los mata.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Cuidado: recobremos como sea la ilusión primera y la primera honradez, porque, si no, alguien puede tratar de salvarnos. Y eso que hace ya la tira de años algunos franquistas desengañados pidieron "que sea inmediatamente pasado por las armas todo aquel que intente salvar a España".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_