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La audiencia del cine en castellano supera en 90 puntos la del catalán

El presidente de la patronal de los distribuidores descarta un boicoteo a la ley

Uno de los argumentos que esgrime el Departamento de Cultura de la Generalitat para impulsar la Ley del Cine -cuyo anteproyecto presentado esta semana prevé polémicas sanciones a los distribuidores que no ofrezcan la mitad de las copias de películas de estreno en catalán- es "intentar corregir la dictadura del mercado en este ámbito", según no se cansa de exponer el consejero Joan Manuel Tresserras.

Las cifras de audiencia de los otros medios de la industria cultural según la lengua de consumo, y en las que se ha basado la Generalitat para elaborar el anteproyecto, constatan que, si bien en todos los medios la opción predominante siempre es el castellano, el desfase entre esa lengua y el catalán en el cine alcanza distancias estratosféricas: el 92,6% de la audiencia se concentra en el castellano y sólo el 3,7% lo hace en catalán. Esos casi 90 puntos de distancia duplican o triplican las distancias de consumo en medios como la prensa, la radio e Internet (véase gráfico adjunto). Sólo el 2,1% de todas las proyecciones realizadas en Cataluña en 2007 lo fueron en versiones dobladas al catalán.

Las cifras son especialmente chocantes cuando se conoce la creciente fortaleza del sector audiovisual catalán. Así, en 2007 se produjeron en Cataluña 75 películas, muy lejos de las 282 que realizó Francia o las 173 y 172 de Alemania y el resto de España, respectivamente, pero muy por encima de Bélgica (58) y Holanda (30). Más espectacular es el porcentaje en la facturación de la producción audiovisual del Estado, donde el 41% responde a Cataluña, que además es el segundo territorio europeo con mayor ratio de asistencia al cine por habitante y año (3,46), sólo superado por Irlanda (4,49), y por encima del resto de España (3,09), Francia (2,86) y Reino Unido (2,71).

Frente a ello, cinco majors -Warner Bros, Hispano Fox, Universal Pictures, Walt Disney y Sony- copan (por ese orden) la distribución cinematográfica en Cataluña, con una cuota de mercado que alcanza el 65%. La primera catalana es DeAPlaneta, séptima tras Aurum. Son aquéllas, pues, las que recibirán el mayor impacto de la futura ley. "Aún no hemos recibido oficialmente el texto, pero por lo que nos ha llegado rechazamos el proyecto: más que una ley de cine parece de política lingüística y eso transforma temas de carácter empresarial y económico en términos políticos", opina Luis Fernández de Carlos, presidente de Fedecine, empresa que agrupa a 10 grandes distribuidoras, entre las que están la mayoría de las majors.

Si bien admite que hay "un déficit democrático y el público catalán no tiene suficiente oferta en su lengua", Fernández de Carlos asegura que durante estos años "ha habido un acuerdo de caballeros y cada año se han ofrecido 30 o 35 películas dobladas en catalán, amén de los grandes estrenos". También descarta que las majors puedan boicotear la ley. "No sé qué va a hacer cada una, pero puedo adelantar que la cumplirán escrupulosamente, si bien no la comparten porque empresarialmente será un desastre y porque, en poco tiempo, habrá peticiones y habrá que doblarlas a otras lenguas del Estado".

El presidente de Fedecine, que insiste en que no hay "una demanda de cine en catalán, si la hubiera no haría falta la ley", cree que la normativa es inoportuna cuando se está a las puertas del cine digital. "En dos o cinco años este problema puede estar solucionado con la digitalización de las salas; entonces, un cine podrá pasar un filme a las cuatro de la tarde en catalán para los niños, a las seis, en castellano y a las diez de la noche, en inglés".

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