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Columna
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"Salir de cuentas"

Uno de los sistemas más utilizados hasta ahora para el recuento de multitudes, era el famoso método sioux, patentado hace más de un siglo por los feroces guerreros de esta tribu legendaria en sus guerras contra los cuchillos largos y otros colegas del Séptimo de Caballería. Cuenta la leyenda que el gran jefe Búfalo Cojo tenía en sus filas a un ojeador infalible que, en cuestión de segundos, daba con el número exacto de soldados enemigos reunidos para atacarlos.

Un día de batalla, Búfalo Cojo convocó al avispado guerrero y le dijo: "Ojo de Lince, ir a desfiladero del Cuervo y contar cuántos blancos venir", y el guerrero montó en su caballo, se asomó al desfiladero y volvió unos minutos más tarde con la información solicitada: "Ser 2.002 blancos, jefe", aseveró con seguridad, pero Búfalo Cojo que se había levantado aquella mañana con la mosca tras la oreja, se atrevió a cuestionarle por primera vez: "Ojo de Lince, cómo tú saber eso en tan poco tiempo" a lo que el aludido respondió: "Ser fácil jefe, primero pasar blanco montado en su caballo, luego otro blanco montado en su caballo y detrás vendrían unos 2.000 o cosa así". Aquel día, los orgullosos sioux perdieron la batalla y el gran jefe la confianza en su ojeador favorito que fue sustituido por su segundo de a bordo, Ojo de Halcón, famoso por la inclusión de métodos matemáticos en el conteo.

Convertir 55.316 personas en más de un millón es como la multiplicación de los panes y los peces

Otro día que los miembros de la tribu escucharon ruido de cascos en el maldito desfiladero, Búfalo Cojo decidió llamar al nuevo vigía para probar sus habilidades: "Ojo de Halcón, ir a desfiladero del Cuervo y contar cuántos blancos venir", ordenó el jefe y el indio subió a su caballo, se acercó al desfiladero y volvió en pocos minutos con la cifra solicitada: "Jefe, ser 1.787 blancos, ni uno más, ni uno menos", pero Búfalo Cojo que seguía amoscado, quiso saber más detalles sobre el sistema utilizado por su nuevo ojeador: "Ojo de Halcón, ¿cómo saber tú eso en tan poco tiempo?" preguntó y su guerrero se avino a desvelar su secreto: "Ser fácil jefe, yo contar patas de caballos y dividir por cuatro". Impresionado por tan científico método, Búfalo Cojo dejó de incordiar a sus ojeadores y se conformó con lo que había.

El método sioux, con ligeras variantes, venía utilizándose hasta hoy para numerar manifestaciones más o menos multitudinarias, siempre más multitudinarias para los convocantes y sus aliados que para la policía o los medios de comunicación ajenos a la causa. Hasta que, gracias a las nuevas tecnologías, los ojeadores de la empresa Lynce han dado un paso de gigante y con una técnica irreprochable han desterrado el método indio y arrojado un jarro de agua fría, y no precisamente bendita, sobre los convocantes de la última manifestación antiabortista y sus colaboradores, jarrazo en toda regla que sin embargo ha vivificado los ánimos de los 7.543.803 españoles que contemplaban con preocupación las cifras de la retrógrada convocatoria. Para llegar a esta cifra he utilizado por supuesto el método sioux, he contado sólo los tres primeros y luego a voleo.

Convertir a los 55.316 manifestantes contabilizados por Lynce en más de un millón es un milagro comparable al de la multiplicación de los panes y los peces en el prodigioso servicio de catering utilizado por Jesucristo en el Sermón de la Montaña, un prodigio que sólo está al alcance de los fieles creyentes en cualquier cosa. El millón de participantes este año en el desfile del Orgullo Gay empequeñeció hasta quedarse en 58.171, según el recuento de otra empresa especializada. Sólo los creyentes son capaces de mentir para defender sus verdades, aunque a los entusiastas impulsores de la fiesta gay les quede el consuelo matemático de haber superado en casi 3.000 personas a los antiabortistas.

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Ante un fiasco tan mayúsculo, el jefe Búfalo Cojo, no hubiera dudado en atar a sus ojeadores al potro del tormento para infligirles las peores torturas y hubiera ofrecido sus cabelleras en desagravio a Manitú. Pero los tiempos han cambiado, el gran jefe en la sombra de la manifestación de Madrid, cardenal Rouco Varela, no se ha mostrado, hasta ahora, partidario de los sacrificios humanos, aunque tampoco parece que le agrade mucho lo de poner la otra mejilla y reconocer sus errores. "La verdad os hará libres" predicó San Pablo tras reponerse de su caída del caballo en el camino de Damasco, pero ya se sabe lo fácil que es confundir libertad con libertinaje. Las personas libres acostumbran a pensar por sí mismas y no se tragan con facilidad ni los cuentos, ni las cuentas. En la próxima convocatoria provean de dorsales numerados a los participantes y, por favor, no hagan trampas.

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