El retorno de 1948
La conferencia de la ONU que conmemora el 60º aniversario de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) no puede llegar en mejor momento. Es obvio que la restitución de los territorios ocupados en 1967 seguirá siendo indispensable para resolver el conflicto israelo-palestino, pero ambas partes han puesto ahora en el centro del debate el legado de la guerra de 1948.
Fue el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien reabrió el tema de 1948 al solicitar que los palestinos reconocieran a Israel como Estado judío. La intención de Netanyahu era esencialmente obligar a los palestinos a admitir que el derecho de retorno de sus refugiados se aplica solamente al Estado palestino, no a Israel. Sin embargo, la verdadera importancia de su demanda radica en que se pronunció en un momento en el que las mismas políticas del primer ministro Salam Fayaad plantean un verdadero desafío para el Movimiento Nacional Palestino al forzarle a elegir entre un espíritu de reivindicación y uno de creación de un Estado.
A los palestinos se les plantea el dilema de escoger entre crear un Estado y el regreso de sus refugiados
Con Fayaad, la Autoridad Palestina parece estar sustituyendo el tradicional énfasis basado en la diáspora del Movimiento Nacional Palestino a favor de la creación de un Estado dentro de los límites de los territorios ocupados. Es como si la voz de la diáspora se estuviera silenciando en Palestina. Es significativo que el Comité Ejecutivo de la OLP elegido recientemente -en el pasado formado exclusivamente por representantes de la diáspora palestina- tenga sólo un miembro de la diáspora, un delegado de Líbano.
Esto podría marcar un cambio radical en la evolución del nacionalismo palestino. En el sionismo, la comunidad judía en Palestina fue el centro de la toma de decisiones y la diáspora judía era un respaldo estratégico. Sin embargo, la situación se invirtió en el caso de los palestinos: el espíritu de la diáspora, con la difícil situación de los refugiados en su centro, ha sido el corazón de la causa palestina y el enfoque de la toma de decisiones del movimiento nacional. Como resultado, la comunidad palestina en los territorios ocupados siempre se mostró servil a la primacía de la diáspora palestina. Cuando trató de asumir un papel de liderazgo -durante la primera Intifada en 1987, por ejemplo-, su esfuerzo se vio suprimido por una OLP basada entonces en la diáspora.
El fayadismo, en contraste, busca la "sionización" del Movimiento Nacional Palestino. Le infunde a la causa palestina un espíritu positivo de creación de un Estado-nación al sustituir las preocupaciones centradas en la diáspora del nacionalismo palestino y trascender la obsesión paralizante con una reivindicación de derechos y justicia nunca cumplida.
En el proceso de paz, como se ha desarrollado hasta ahora, los israelíes siempre quisieron concentrarse en los asuntos de 1967, es decir, en las tierras y la seguridad. Los palestinos, sin embargo, siempre buscaron regresar a los asuntos de 1948: los refugiados, la dispersión y lo que Akram Hanya, un próximo confidente de Arafat, definió como la necesidad de "hacer que los israelíes comparezcan ante el tribunal de la historia".
Parece que ahora los papeles se invierten. Justamente cuando Israel había logrado domesticar el Movimiento Nacional Palestino obligándolo a abandonar su camino revolucionario en favor de la formación de un Estado y del desarrollo económico -una reorientación también emprendida por el sionismo-, los israelíes deciden atraer de nuevo la atención de los palestinos hacia los aspectos fundamentales del conflicto.
En efecto, a pesar del auge del fayadismo, el Movimiento Nacional Palestino se cuidará de no traicionar sus verdaderas fuentes de legitimidad: el espíritu de despojo y de refugiado. Los palestinos están tratando de ganarlo todo, afirman ante el mundo su respaldo a una solución basada en dos Estados y al mismo tiempo exigen su derecho de retorno.
Cualquier liderazgo palestino serio debería saber que la promesa retórica de retorno al hogar y a los olivos abandonados es un espejismo irresponsable que contradice fundamentalmente la lógica de un Estado palestino independiente. La paz muy a menudo no trata de la justicia sino de la estabilidad. Los palestinos deben alinear su discurso nacional con lo que es realizable, e Israel debe resolver sus propias contradicciones y abordar el tema de los refugiados de una forma que garantice la legitimidad y duración de un futuro acuerdo de paz.
En lugar de suprimir la memoria de los refugiados, Israel necesita reconocer que en 1948 la tierra fue dividida con la espada y que el Estado judío se formó, en parte, por el masivo desplazamiento y despojo de las comunidades palestinas; debe integrar en sus planes de estudio escolares la tragedia de la Naqbah palestina. La resolución de conflictos de esta naturaleza requiere la recuperación de la memoria histórica y un relato apropiado de las narrativas históricas de las dos partes.
El consuelo de Israel sería que también los palestinos aceptaran su parte de responsabilidad por las calamidades que les han sucedido. Sólo mediante un acuerdo aceptable en la cuestión de los refugiados se podrá cerrar definitivamente el expediente de 1948. Y sólo entonces el conflicto palestino terminará.
Shlomo Ben Ami, ex ministro de Relaciones Exteriores de Israel, es actualmente vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Copyright: Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org Traducción de Kena Nequiz.
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