Profecías y disparates
¿Quieren saber cómo será el mundo dentro de 10 o 20 años? Sobrevivan y obsérvenlo ustedes mismos. También pueden hacer caso de las predicciones, pero ahí se moverán entre la ficción y el disparate.
Los especialistas, la gente en teoría capacitada para hacer vaticinios concretos sobre algo concreto, suelen cometer errores garrafales. Es mítica la frase de Harry Warner, presidente de Warner Brothers, en 1927, cuando empezaban los tanteos con el cine sonoro: "¿Pero quién diablos quiere oír hablar a los actores?". Igualmente célebres son las palabras de Thomas Watson, presidente de IBM, en 1943: "Existe mercado en el mundo para tal vez cinco computadoras". En el caso de Watson, podría acabar acertando después de pifiarla espectacularmente. Quizá el desplazamiento de las memorias físicas hacia el ciberespacio permita que todo funcione con unos pocos superordenadores.
Resulta instructivo releer libros que hace un cuarto de siglo formulaban profecías sobre el porvenir de la economía mundial. El desafío del futuro, del francés Alain Minc, prestigioso asesor empresarial y político, tuvo una gran repercusión cuando fue publicado, en 1984. "Los países de la OCDE", escribió Minc, "no tienen probabilidad alguna de encontrar en sí mismos los recursos para un crecimiento medio del 3% en los próximos años: la tendencia será más bien hacia el crecimiento cero, o un 1% en el mejor de los casos". ¿Adivinan cuál fue el crecimiento medio de los países de la OCDE en los siguientes 10 años, contando con la recesión de 1991? Exacto, fue del 3%.
Minc también mencionaba "el ilusorio relanzamiento norteamericano" (una década más tarde, Estados Unidos disfrutaba de una extraordinaria prosperidad); fijaba el colapso de los sistemas europeos de pensiones para antes de 2001; se burlaba del impacto económico de "la fascinación actual por la electrónica, los microordenadores y otras pastillas de silicio"; y confiaba en una recuperación de la economía mundial, pero no antes de 2050.
Otro libro publicado con gran éxito en 1983 fue Cuando llega la bancarrota del Estado, de Paul C. Martin, por entonces el más respetado comentarista económico alemán. Martin, probablemente espantado por la reciente suspensión de pagos de México y el aumento del gasto público en Alemania a causa de la crisis de los setenta, daba por seguro que todos los Estados estaban abocados a una inminente desaparición. Su libro, bien armado de datos y estadísticas, llegaba a conclusiones como la siguiente: "La quiebra del Estado federal alemán se producirá a mediados de la década de 1990, como máximo". El pobre Martin no sabía que, siete años después, la República Federal de Alemania iba a recomprar su hermana oriental, la República Democrática Alemana, por un precio total aproximado de 1,5 billones de euros. Pudo pagarlos. Y, de momento, la "Bundesrepublik" sigue sin quebrar.
Hay, sin embargo, quien predice y acierta. El shock del futuro (1970), La tercera ola (1980) y Avances y premisas (1983), las tres obras clásicas de Alvin Toffler, soportan muy bien la relectura. El secreto de Toffler consistía, y consiste, en no fijarse demasiado en el presente para extrapolarlo y en no obsesionarse con los cuadros macroeconómicos. En 1983, por ejemplo, cuando el mundo observaba con embeleso el milagro japonés, Toffler ya sugería que su estructura económica y financiera podía bloquearse y que su admirada productividad era "muy elevada para la exportación y muy baja para todo lo demás". Acertó hasta en eso.
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