Los gozos de una comedia trágica
¡Qué buena comedia ésta que después de cada cosquilla te deja seco en tu butaca! La omisión de la familia Coleman es fuego helado. Mira que durante un rato largo parece una comedia argentina más, con actores excelentes hilando una serie de escenas familiares descerebradas, por puro juego.
Pero llega un momento, cuando entran Vero, la hermana rica, y su chófer, en el que una chispa ilumina con un sentido inquietante cuánto parecía arbitrario hasta entonces. ¡Ah, claro! Pasaba que Claudio Tolcachir, su autor, no estaba tan interesado en mantenernos entretenidos como en ir tejiendo quedamente un fantástico tapiz trágico, que se nos revela de súbito. Los Coleman no son la familia Monster, ni una panda de lunáticos, ni un circo, sino un pedazo de vida, de esa vida que a veces no deja salidas y obliga a convivir bajo el mismo techo a gente que estaría mejor con algunos kilómetros de por medio.
LA OMISIÓN DE LA FAMILIA COLEMAN
Autor y director: Claudio Tolcachir. Compañía Timbre 4. Madrid.
Teatro Español, sala pequeña.
Hasta el 1 de noviembre.
Esta obra sólo podía escribirse en Argentina, país que ha hecho de la crisis una manera de estar en el mundo, pero retrata con precisión a las familias disfuncionales de cualquier lugar, y en nuestra lengua. Pasen, vean, rían, conmuévanse y salgan reconciliados con el teatro, el único arte que, cuando funciona, provoca un intercambio de energía verdadero. Aquí lo hubo anoche, entre unos actores en estado permanente de gracia y el público de a diario que abarrotaba la sala pequeña del Español. Imposible destacar a actor alguno en un equipo redondo, aunque entre los personajes que interpretan alguno enamore más que otro: vayan y escojan el suyo.
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