Polanski y la justicia

El realizador franco-polaco Roman Polanski fue detenido el pasado sábado en el aeropuerto de Zúrich cuando acudía al homenaje que había programado en su honor el festival de cine que se celebra en esa ciudad. Lo detuvieron por haber violado a una niña de 13 años hace más de 32 años en California y lo llevaron a la cárcel. A partir de ese momento, la justicia de Estados Unidos tiene 40 días para presentar una demanda de extradición. Los abogados de Polanski rechazan esa posibilidad y piden su liberación. Como la piden también un elevado número de relevantes figuras del cine, que se han solidarizado con el director, y distintos políticos europeos, que se han pronunciado contra el arresto.

Los hechos ocurrieron en 1977. Polanski citó a Samantha Geimer, una joven modelo de 13 años, para una sesión de fotografías. La drogó, la sodomizó y la violó. La chica lo denunció, Polanski pasó unos días en un psiquiátrico, y al final aceptó su culpabilidad. Sus abogados manejaron los hilos y, en función de los acuerdos habituales en estos procesos, la pena final iba a reducirse considerablemente.

Pero apareció el juez Laurence J. Rittenband. Y Polanski, temeroso de que el afán de protagonismo del personaje lo llevara a pronunciar una condena ejemplar, decidió huir. Se dictó una orden de busca y captura. Y el sábado lo atraparon. El delito no ha prescrito.

Durante esta larga temporada, Polanski ha estado a punto de ser detenido varias veces, pero ninguna policía se había decidido al final a ejecutar la orden. ¿Por qué lo han detenido ahora, cuando el director suele pasar largas temporadas con su mujer e hijos en Suiza en su casa de Gstaad? ¿Por qué volver sobre el terrible episodio cuando incluso la víctima, tras un acuerdo extrajudicial, pidió hace tiempo que se archivara el caso?. La única respuesta que sirve es: porque las leyes lo establecen así.

Los que han salido en defensa de Polanski quizá han cometido el error de protegerlo poniendo el énfasis en su talento como creador, cuando igual lo que temen es que la justicia monte un juicio mediático y ejemplarizante. La ley, sin embargo, es igual para todos. Y el ciudadano Polanski tiene con ella una vieja cuenta pendiente.