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Columna
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Antidopaje Madrid 2016

Hoy sabremos, y lo digo en futuro porque la decisión es a las siete de la tarde y los periódicos normalmente se leen por la mañana, si Madrid es la sede de los Juegos Olímpicos de 2016, el único asunto que ha conseguido eclipsar por unos segundos, no más, el asunto del fondo de armario de Camps y los negocietes de El Bigotes en la farma. Hoy sabremos si ganó Obama, el rey Juan Carlos, Akihito o Lula, es decir, si la fumata es negra, blanca, amarilla o mulata; es decir, con quién bailó al final el COI tras un largo cortejo que dicho a lo fino se denomina hacer lobby.

Esperemos a esta tarde y sabremos el resultado de un partido que alegrará a unos y entristecerá a otros, y que en cualquier caso se zanjará, nunca mejor dicho, con obras a tutiplén. Aunque en España con el Plan E, y antes en Madrid con la búsqueda del tesoro, ya estamos acostumbrados a que los GPS no encuentren la calle buscada y los guardias urbanos se muestren incapaces de decirte cuál es el mejor camino para llegar a una dirección.

Pero algo, gane o pierda Madrid, sí ha aportado a este país. Su candidatura y el primer varapalo que recibió tras la primera evaluación han obligado al Gobierno a acompasar la ley Antidopaje a las normativas de la Agencia Mundial Antidopaje. España siempre negó que fuera la última frontera del dopaje, como le llegaron a acusar desde algunas instituciones y personalidades. Siempre dijo que su normativa era homologable internacionalmente sin ningún género de dudas. Pues, no. La operación Madrid 2016 ha dejado claro que había cosas por hacer y que cuando mariquita quiere, para todo se da maña, que dice el viejo refrán. Lo triste es que si Madrid, tras no ser elegida en su primera intentona para 2012, hubiera bajado los brazos y abandonado su ambición olímpica, no tendríamos una mejor ley antidopaje y la vida seguiría igual. Y conste que hay normas que se han asumido en el mundo que me parecen inmorales, dictatoriales y un atentado a los derechos humanos. Es el caso de la obligación de los ciclistas de comunicar siempre dónde están y estar disponibles las 24 horas del día para ser sometidos a análisis por sorpresa. Creo que la democracia se resiente con normas de ese tipo, por muy inmorales que sean algunos ciclistas y médicos que pululan por el pelotón mundial.

En fin, que Madrid ya nos ha dado algo, aunque fuera a cambio de un primer sonrojo. En el imaginario popular se dice que sólo se pone un semáforo en un cruce cuando previamente ha habido un muerto. Esperemos que Madrid no sea el muerto del semáforo de la lucha antidopaje, sino que la rápida actuación gubernamental en una materia sensible haya servido para ambas cosas: para que Madrid viva y la lucha antidopaje evite la muerte del deporte. Y si no, que gane Lula, para que se demuestre que Brasil no es sólo futbol.

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