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Columna
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Comienza la cuenta atrás

Siento comunicarles que la campaña electoral ha comenzado. A partir de ahora, estamos en la cuenta atrás y nuestros políticos entrarán en ese estado de enajenación mental -en algunos casos transitoria- que llevará hacia la velocidad y el ruido electoral.

El debate de política general ha estado influido por el mensaje que empieza a dibujarse y los acercamientos y alejamientos tácticos.

Una vez más, en este tipo de debate, el jefe de la oposición, Artur Mas, no capitalizó su superioridad dialéctica. El KO posible si la política fuera sólo capacidad oratoria, se convierte en tablas o en una derrota por puntos ante un contrincante que desaparece del ring, que no entra en el cuerpo a cuerpo. Montilla es un contrincante impasible. Consciente de que la crisis económica puede jugar a su favor por el desgaste que ejerza sobre los partidos en el Gobierno y los efectos de la subida de impuestos sobre la opinión pública, Mas hizo un discurso moderado, evitando radicalismos y catastrofismos. Invitó a las "geometrías variables", pero con una cápsula de cianuro: la propuesta al PSC de votar en el Congreso contra la subida de impuestos del gobierno Zapatero.

Hay en el Parlament, tanto como en la sociedad, algo parecido al humor voluble del que hablaba Montaigne

Montilla, impasible y de un pragmatismo a prueba de bomba, explicó mejor que ZP la obviedad de la imposibilidad de aumentar gastos reduciendo ingresos, aunque no entró en la dudosa oportunidad de hacerlo ahora, cuando la salida de la crisis no está garantizada. Montilla llegó rápido al final del razonamiento y atribuyó a Mas la voluntad de utilizar el PSC para hacer caer a ZP y, de paso, hacerse el haraquiri. La oferta envenenada de Mas, le sirve a CiU para hacer partícipe al PSC de la subida de impuestos y pone una vez más en cuestión cuál es el papel de los socialistas catalanes y de sus ministros en Madrid.

Al jefe de la oposición, Montilla le contuvo con seriedad, impasible y con alguno de los coscorrones que reparte cuando confunde energía con agresividad.

Con unos socios de gobierno habitualmente tan entretenidos, la intervención de Joan Puigcercós no defraudó. Con un buen discurso justificó a sus filas la razón de estar en el gobierno, recordó al presidente que no lo sería sin semejantes socios aventureros y marcó lo que llamó "nuevos horizontes". Montilla evitó responder detalladamente a su socio principal y lo hizo recordando que aunque el destino no sea el mismo, PSC y ERC pueden viajar juntos unas cuantas estaciones. Eso lo veremos en los próximos meses cuando la presión electoral vaya en aumento y los miembros del tripartito sean o no capaces de aprobar la ley de consultas, del cine, la distribución en veguerías o la ley electoral entre otros escollos incómodos que llegaran este curso político.

Hay en el Parlament, como en la sociedad, algo parecido al humeur vagabonde, el humor voluble del que hablaba Montaigne. Los dos principales líderes políticos del país coincidieron en hablar de necesidad de liderazgo y crisis no sólo económica.

Artur Mas arremetió contra la "politiquería", contra el "bla, bla, bla". Aseguró que faltan liderazgos y no sólo en política, sino modelos, principios rectores, fundamentos... hasta llegar a la conclusión de que "vale más un buen principio que diez controles". Probablemente, Mas quería aportar algo de épica, pero vistos los resultados económicos de la falta de principios y de controles de las últimas décadas, más nos vale poner controles que se impongan a todos los principios.

También el presidente de la Generalitat habló de "liderazgos colectivos" contrapuestos a los mesianismos.

El día anterior un grupo de empresarios y políticos convocados por ESADE hablaban de liderazgo en Sant Benet de Bages. De la esencia del liderazgo, de lo imprescindible del proyecto.

Stefan Zweig, en su deliciosa biografía sobre Montaigne dice: "Las cosas no tienen un peso propio, sino el que les damos. Las cercanas nos afectan más que las lejanas y cuanto más pequeñas son las proporciones en las que nos encontramos, más nos agobia la estrechez". Los líderes saben lo que tienen que hacer, también los ciudadanos. Falta tener la valentía de arriesgar desafiando la estrechez.

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