Usos prácticos del informe
No se me ocurría ninguna idea para este artículo. E hice lo que suele hacerse en estos casos: encargué un informe a un amigo. Recibí un texto estupendo, 40 folios encuadernados en plástico con un título de lo más profesional: Consultoría técnica de contenidos y asistencia técnica para colaboradores del departamento de opinión.
Un informe realmente exhaustivo, se lo aseguro, dividido en dos partes. La primera, de 39 folios, contenía fotocopias de artículos publicados en otros diarios, con subrayados y notas sobre lo que era copiable (subapartado a), lo que era refritable (subapartado b) y lo que convenía no tocar (subapartado c). Este último subapartado estaba lleno de sutileza. Indicaba, por ejemplo, que no me convenía explicar que había desayunado un pavo relleno con callos, garbanzos y butifarras. "Lo que en la columna de Quim Monzó resulta enteramente natural, quedaría tal vez impostado si lo dijera usted". ¿Qué les parece? La segunda parte, de un folio, se centraba en los aspectos más estrictamente técnicos: 4.000 pulsaciones, a ser posible sin faltas de ortografía, y un título breve y sugerente (se desaconsejaba vivamente el título Miscelánea del miércoles).
No hay nada como un informe para que el trabajo salga bien hecho. Además, no los pago yo, y ¿para qué están los amigos?
Estos asesoramientos externos, realizados por profesionales de prestigio (todos mis amigos lo son), son muy convenientes en mi trabajo. Imprescindibles, diría. Quedé muy contento con Consultoría técnica de contenidos, etcétera, porque delimitaba con claridad mi ámbito de actuación y me proporcionaba herramientas muy útiles para la confección de este artículo y, contando con la benevolencia de mis jefes, otros artículos en el futuro. Por supuesto, no se puede esperar que un informe de sólo 40 folios resuelva de una vez todos los problemas. La base era sólida. Sin embargo, seguía sin ocurrírseme una idea para llenar los 4.000 espacios.
Le encargué otro informe a otro amigo, y en un tiempo muy razonable (sólo siete semanas) llegó a mi mesa uno de los estudios más concienzudos que he leído: 18 folios rebosantes de datos. Ahora sé, por ejemplo, que Joan Barril ha escrito la palabra concepto en 64 ocasiones desde el mes de mayo y que Salvador Sostres ha conseguido siempre (durante el periodo estudiado en su caso, los últimos 23 años) incluir el adjetivo penoso en cualquier párrafo que contuviera el término socialismo. Comprenderán ustedes que con esta documentación a mano resulta más fácil escribir un artículo. Más fácil y más seguro. Siempre que se tenga una idea, claro está.
Pero donde no hay ideas, hay amigos. Encargué otro informe, esta vez ya con un poco más de prisa: ¡ah, señores, la tiranía del cierre! El texto me llegó enseguida, y en papel reciclado, ¡ojo! Por desgracia, y porque las prisas son malas, hubo un error. O yo me expliqué mal o mi amigo (un profesional excelente) no me entendió del todo bien. Su informe, La influencia del calentamiento global en la política de fichajes del CE Sabadell FC, no era lo que me hacía falta en este momento. Lo cual no significa que no resulte utilísimo más adelante, por lo que lo dejé en el cajón de los temas potencialmente interesantes.
Muy agobiado, llamé a un amigo que hace informes y le rogué que me enviara algo, lo que fuera, porque se me echaba el tiempo encima. En una hora me hizo llegar el estudio Joan Puigcercós, hombre de Estado, advirtiéndome que podía hacerme un precio muy bueno porque ya se lo había vendido cinco veces a Joan Puigcercós, hombre de Estado, y en la industria del informe, como en casi todas, la producción a gran escala abarata los costes.
En fin, qué voy a decirles. Nada nuevo, me temo. Me extendería en el tema "Joan Puigcercós, hombre de Estado" porque cuento con documentación significativa y relevante sobre el mismo, pero me parece un poco obvio. A Joan Puigcercós le conocen muy bien todos ustedes: es el hombre de Estado que sale en Polònia.
Voy a encargar unos informes para la semana próxima. Y a pasar las facturas de los ya recibidos. Aunque podrían parecer carillos (nada del otro mundo: 71.071 euros, todo incluido) y la prensa, lo sabemos, no tiene un duro, no hay nada como un informe para que el trabajo salga bien hecho. Además, no los pago yo. Y más además, ¿para qué están los amigos?
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