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El desafío nuclear iraní

Moscú se distancia de Teherán

La desconfianza del Kremlin hacia Irán, cuyos misiles alcanzan ya a gran parte del territorio ruso, gana terreno frente a los intereses económicos

Pilar Bonet

La sensación de peligro gana terreno a la expectativa de beneficio en la política de Rusia ante Irán, aunque el presidente Dmitri Medvédev no haya desvelado las condiciones y plazos en los que podría apoyar sanciones -aceptadas ya como tal vez irremediables- contra Teherán por su programa nuclear. Por sus relaciones económicas, sus suministros militares y sus intereses estratégicos, Moscú está en una posición delicada ante Irán, pues no puede ignorar la realidad inquietante ni dejar que otros Estados, como Israel, determinen el rumbo de acontecimientos que podrían afectar a su zona de influencia.

Irán trata de fabricar un nuevo misil de medio alcance que podría alcanzar casi todo el territorio de Europa y una importante parte de Rusia, dijo ayer a Interfax el general Vladímir Dvorkin, del Centro de Seguridad Internacional del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de Moscú. Según Dvorkin, el misil (Shahab-3M) tiene un radio de más de 2.000 kilómetros e Irán elabora además otros sistemas con capacidad de más de 3.500 kilómetros de alcance. Para Rusia, dijo, ha sido una sorpresa que los iraníes elaboren misiles con combustible sólido. "Es ingenuo considerar que Irán no puede adquirir las tecnologías que la URSS adquirió a fines de los años cincuenta", sentenció el experto.

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Sobre este telón de fondo, el jefe del Comité de Exteriores de la Cámara Alta, Mijaíl Margélov, exhortó a no juzgar la posición rusa ante Irán como el pago de la renuncia de Estados Unidos a ubicar elementos de su sistema de defensa antimisiles en la República Checa y Polonia. "Rusia no está menos preocupada que otros miembros del club nuclear por la ambigua política de la dirección iraní en este campo extremadamente peligroso para el mundo", señaló. Entre la guerra y un reforzamiento de las sanciones, Margélov opta por lo segundo.

En un editorial, el diario Védomosti afirmaba que los misiles de corto alcance de Irán pueden llegar hasta Armenia y los de medio alcance, al Cáucaso del Norte y la región de Ástrajan (en la desembocadura del Volga), así como a Kazajistán, que es aliado de Rusia. Para el periódico, es "sorprendente" que para "renunciar a apoyar a un régimen imprevisible situado en las cercanías de las propias fronteras rusas se necesitara una renovación de las relaciones con EE UU".

El volumen de comercio ruso-iraní es más bien bajo (equivale a un 0,5% del comercio exterior ruso), pero Irán tiene gran importancia en otros campos. Moscú ha construido la central atómica de Bushehr (comenzada por los alemanes en 1975) con un coste de entre 800 millones y 1.000 millones de dólares (entre 550 y 685 millones de euros) y planea suministrarle a partir de este año combustible para una década. Además, está la colaboración técnico-militar, campo en el que Irán es el tercer socio de Rusia, tras India y China. En 2006, Moscú suministró a Teherán instalaciones antiaéreas de corto alcance (29 complejos Tor M-1, por valor de 700 millones de dólares), lo que ha valido sanciones norteamericanas a varias empresas rusas.

Más importante es el contrato firmado en 2005 de venta de complejos antimisiles S-300, cuyo suministro está paralizado, o al menos así lo aseguraron el pasado abril los portavoces rusos. Irán es clave para la creación de un corredor de transporte norte-sur -avalado por Rusia, Armenia, Azerbaiyán, entre otros-, desde el norte de Europa al golfo Pérsico, que supondría una alternativa a la ruta marítima por el Caspio.

El Kremlin ha creído que sus buenas relaciones con Irán refuerzan su posición estratégica en Oriente Próximo, al permitirle actuar como mediador e intérprete de Teherán, que en el pasado apoyó a Rusia al no inmiscuirse en la guerra de Chechenia y al mantener buenas relaciones con Armenia, un país aliado de Moscú.

Rusia, sin embargo, tiene un margen de maniobra reducido, y su exportación de gas y petróleo se beneficia de la actual situación. Si Irán se convirtiera en un país amigo de Estados Unidos que atraiga inversores occidentales, Moscú podría enfrentarse con un tremendo competidor en la exportación de hidrocarburos hacia Occidente.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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