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Empeñar las joyas de la abuela

La crisis dispara el negocio de montes de piedad y casas de préstamos

Ignacio Zafra

La sede de Bancaja en la plaza del Obispo Amigó, al oeste de la plaza de España de Valencia, tiene una puerta lateral que sería todavía más discreta si no estuviera rodeada de hombres y mujeres de casas de empeño al acecho, uno de ellos con un chaleco reflectante en el que se lee: Compro oro. Por aquí se entra al Monte de Piedad, origen de la caja, dedicado sobre todo a la concesión de préstamos pignoraticios; aquellos que se obtienen dejando una prenda, generalmente joyas. Hace un año menos dos semanas, Mónica Esteve, cubana, de 27 años, empeñó aquí "dos pulseras y un anillo de compromiso". "¿Por qué lo hice? En primer lugar, soy extranjera. En segundo estoy separada. Y en tercero no tenía trabajo", cuenta. Quince días antes del vencimiento, Esteve ha renovado el crédito. "Espero poder recuperarlo porque ya perdí una cadena de 3.200 euros aquí".

"Si te dejo 100, tendrás que traer 130 en un mes para recuperar la joya"

La crisis ha revitalizado los 21 montes de piedad españoles. En el primer semestre del año concedieron 140.043 préstamos, y movieron en total (sumadas renovaciones, cancelaciones y subastas), 440 millones de euros, un 19,4% más que entre enero y junio de 2008, según datos de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA). La concesión de créditos en el monte de Bancaja creció un 8%, por debajo de la media.

La entidad nació en el siglo XIX y su nombre suena antiguo, pero su interior es totalmente contemporáneo. Los clientes cogen el boleto de una máquina y se sienta a esperar a que su número aparezca en las pantallas de las ventanillas. El procedimiento (tasación, concesión, renovación o cancelación) es rápido y aséptico.

Al fondo, en una sala con forma de ábside, forrada de vitrinas, se exponen los objetos perdidos por los prestatarios. Pasado el año que normalmente dura el contrato y los dos meses de gracia sin saldar la deuda ni prorrogarla, las alhajas salen a subasta. Pero eso ocurre menos de un 5% de las veces. Los compradores en esos casos suelen ser joyeros.

Las prendas son "en la mayoría de casos de joyas de uso personal del ajuar familiar, y en general de cierto valor sentimental", explica un portavoz del monte. "Antiguamente se entregaban en prenda todo tipo de bienes: máquinas de coser, bicicletas, electrodomésticos... Actualmente sólo se aceptan joyas y antigüedades y algunos objetos de arte, por el problema de espacio que generaba la actividad anterior".

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Por lo que se ve este martes por la mañana el perfil de cliente responde al de una mujer madura. Como María, "vecina de Valencia", que pide que no se publique su apellido porque antes de dejar en prenda las joyas familiares, hace un año, se declaró insolvente en un pleito. Los inmigrantes representan alrededor del 20%, explica Bancaja.

Pero también hay jóvenes como Jonás García, 23 años, electricista en paro "desde que empezó la crisis", que acaba de dejar un anillo doble con su nombre grabado y una cadena. Y su colega Toni Atanet, de 21 años, bajo, nervioso, fuerte y vestido con una camiseta un par de tallas menor de lo que parecería aconsejable, que asegura haber empeñado 425 gramos de oro por no tener 2.000 euros y no haber trabajado prácticamente jamás.

García y Atanet caminan sin detenerse entre el enjambre de anunciadores de casas de empeño, una opción más cruda que la del monte de piedad (que nació con espíritu benéfico), pero que también ha crecido imparablemente a la sombra de la crisis. "Los que reparten publicidad quieren comprarte las joyas y nosotros queremos empeñarlo y llevarnos menos, pero no perderlo", dice Jonás, "porque te ha costado un dineral o te lo han regalado, y le coges cariño".

Al lado de la sede de Bancaja hay una casa de empeño. Y el anuncio que lleva el tipo del chaleco amarillo es de Oromanía, establecimiento de la avenida del Oeste que según el rótulo vende joyas "hasta con el 60% de descuento". La mayor parte de las casas cobran por la tasación, no preguntan por el origen del ajuar, desconfían de las preguntas directas, y ofrecen condiciones más bien leoninas.

Los montes de piedad cobran tipos de interés más cerca del 5% que del 10%. El de Bancaja sólo indica que "depende de la operación" pero que son claramente inferiores a los de casas de empeño como Prestamitos, flamante negocio recién abierto cerca del cruce de las calles de Russafa y Colón. Aquí, detrás de un vidrio de seguridad y después de advertir de que los costes son variables, el dependiente pone un ejemplo: "Si te dejo digamos 100, tendrás que traer 130 en un mes para recuperar la joya. Pero también puedes pagar 30, que son los intereses, y volver a tener un mes de plazo para traer los 130. Y así sucesivamente".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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