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Reportaje:

"Quiero que el dinero que ganamos aquí se quede aquí"

Rebeca Carranco

Nació en Jaén y es independentista. "Quiero que el dinero que ganamos aquí se quede aquí", explica Encarna Ojeda, en un exquisito catalán, sentada en el parque mientras la niña que cuida disfruta en los columpios. Tiene 62 años y lleva desde los 10 en Arenys de Munt. Ahora está jubilada, pero antes era tejedora. No le gusta que los catalanes, entre los que se cuenta, tengan que pedir dinero a Madrid cuando lo necesitan, por eso votó a favor de la independencia en la consulta que se celebró en este municipio el domingo 13 de septiembre. "Nos tratan mal", añade, en referencia al resto de España. Y recuerda que una vez viajó con unos amigos a Madrid para ver un partido de hockey. Estaban sentados en primera fila, hablando catalán, y los de la fila de atrás les reprendieron por no usar el español. "Nunca conseguiremos separarnos porque dependen mucho de Cataluña", sentencia.

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Su caso no es el único. Xavier Oller, de 64 años, es catalán de pura cepa. Sus abuelos, sus bisabuelos, sus tatarabuelos... Todos de la tierra. Pero sus suegros, no: llegaron a Arenys desde Murcia y Almería. Por consiguiente, ni su mujer ni sus hijos proceden de una estirpe de catalanes puros. Eso no es impedimento para que Oller se declare "radical, separatista". La postura de Esquerra Republicana de Cataluña le parece tibia, por no hablar ya de la de Convergència i Unió. Pide que Cataluña sea un país más de Europa, los federalismos no le convencen. "Nuestro hermano mayor no nos trata bien, nos castiga", arremete contra lo que él llama España. Y pone como ejemplo que el primer tren de alta velocidad unió Madrid con Sevilla, en lugar de con Barcelona. "Fuera viven mejor, tienen más funcionarios", asegura. Quiere que su dinero se quede en casa. Aunque deja claro que es una cuestión de administraciones, no de ciudadanos. Todos, catalanes y no catalanes, son igual de buenos o malos a sus ojos.

"Nos tienen manía"; "nos ven como extraterrestres"; "ser independientes es ser más libres"; "fuera, si hablas catalán, parece que tienes la peste"; "los niños en las escuelas aprenden catalán, pero luego en casa hablan castellano"; "una cosa es Cataluña y otra es España"... Los argumentos se repiten entre la veintena de ciudadanos independentistas consultados al azar en Arenys. Otra decena ha asegurado que le da igual la consulta y la independencia, y sólo unos pocos han dicho estar en contra. Los motivos entre los secesionistas coinciden: el dinero, el rechazo del resto de España y una identidad propia.

Mercè no vacila. "El catalán es distinto por todo en general. Hay mil ejemplos", asegura, mientras pasea a su perro. Pero después de pensarlo, sólo se le ocurre la lengua. El que esté en Cataluña, que se exprese en catalán, sostiene la mujer de 74 años. No como el marido de su sobrina, que lo entiende pero no lo habla. A pesar de sus sueños nacionalistas, no cree que llegue a ver un Estado catalán: "Vivimos todos muy mezclados".

La lengua preocupa también mucho a Montserrat Garriga, de 49 años. Defiende que todo residente en Cataluña tiene "la obligación" de conocerla. Y pone como ejemplo a la doctora navarra que la ha estado tratando en un hospital público. "Le hablo en catalán y ella me responde en castellano". Le parece bien que le entienda, pero le gustaría que diera un paso más y lo hablara. "No es justo", lamenta. "No me siento española, nunca me he sentido. Ni cuando era pequeña, que todos eran españoles", añade. Para David Molina, obrero de la construcción de 29 años, la cosa es mucho menos grave. "El dinero sale y no vuelve", expone el hombre, que se define como catalán "con padres extranjeros", nacidos en Granada. La economía le parece suficiente motivo para pedir la independencia. Por lo demás, no ve diferencias con el resto de España.

Pero Josep Maria Martínez, fotógrafo de 38 años, sí observa características distintivas. Opina que los catalanes están más cerca de Europa que los andaluces. "Cuando sales fuera te sientes desplazado. No nos entienden y no nos quieren entender", dice. Pere Cullet, de 29 años, hijo de empresarios y futuro dueño de la pollería de sus padres, está de acuerdo con él: "Nos tienen mucha manía. Sólo hay que ver la televisión". La lista de personas consultadas es más larga. Muchos reconocen que votaron que sí a la independencia sólo porque la Abogacía del Estado intentó parar la consulta; otros, por apoyar a los convocantes; otros, para quejarse de que el Estatuto esté en los tribunales a pesar de haber sido aprobado por referéndum. Pero no albergan un sentimiento real de separatismo. Entre los que sí llevan en el corazón una Cataluña independiente es recurrente la queja por tener que pagar el uso de las autopistas y el reparto desigual del dinero. Quizá si gestionan ellos sus cuentas les saldrán mejor los números. "Que nos dejen probarlo", piden. Pero se muestran muy escépticos con el futuro. "España es una vaca y Cataluña son sus ubres", dibuja metafóricamente un empresario hostelero de 42 años.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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