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OPINIÓN
Columna
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Caída de los mitos

Joaquín Estefanía

Uno de los aspectos positivos de esta crisis telúrica es que se matizan muchas ideas que en economía, se decía, no podían cambiar. Por ejemplo, ha caído el mito del mercado cuasiperfecto y ha vuelto la tesis de un Estado eficaz que proteja a los perdedores, garante ante las emergencias, reparador de desequilibrios y desigualdades, y asegurador de la autonomía de la política frente a los poderes fácticos, económicos y de otro tipo.

Y no sólo se ha frenado una versión rígida de las ideas económicas, sino también de las instituciones. Una de las que más está cambiando es el Fondo Monetario Internacional (FMI) que en poco tiempo ha pasado de ser el tarro de las esencias de la ortodoxia y de una manera neoliberal y conservadora de entender el mundo a una institución básicamente keynesiana en el sentido que hace más de tres décadas expresaba el presidente republicano de Estados Unidos, Richard Nixon: "Hoy todos somos keynesianos".

Los bancos centrales no pronosticaron la magnitud de la crisis por estar obsesionados con la inflación

Desde hace semanas el FMI insiste en que todavía es el tiempo de la recuperación económica y no de la lucha contra el déficit, y que se han de mantener los estímulos públicos a las economías. Ahora ha dado otra vuelta de tuerca y en el avance de su informe semestral sobre estabilidad financiera ha indicado que tampoco se puede levantar el pie de las medidas de rescate a los bancos, aunque el mercado financiero se haya estabilizado bastante en el último año, tras caer al fondo del pozo con la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008.

El FMI dice que las medidas tomadas por los Gobiernos y bancos centrales para lograr esa estabilización han funcionado básicamente bien y que cuando llegue el momento de levantarlas hay que hacerlo de modo coordinado para evitar la competencia desleal entre los bancos privados. Lo primero que habría de retirarse son las garantías públicas a las emisiones de deuda de las entidades financieras (en junio pasado se habían emitido ya alrededor de 700.000 millones de dólares, de los cuales 200.000 tenían el aseguramiento gubernamental). Sólo después de las garantías habría que privatizar los porcentajes de capital nacionalizados para ayudar a los bancos a no quebrar.

Hay otro aspecto muy curioso de los informes del FMI: la organización multilateral entiende que los bancos centrales no adivinaron la llegada y profundidad de la crisis por estar obsesionados con la lucha contra la inflación y no tener en cuenta aspectos tales como la evolución del crédito, los déficit por cuenta corriente o el precio de la vivienda. Como consecuencia de esta opinión, el FMI entiende que debería extenderse el mandato de las autoridades monetarias para incluir los riesgos sobre la estabilidad financiera. Lo que significa que los bancos centrales tampoco son inmutables y deberían cambiar sus estatutos. Como hace ya una década pidió, entre otros, el Nobel Franco Modigliani para el Banco Central Europeo.

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