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Obama irrita a China al gravar la importación de neumáticos

Las espadas en la arena comercial vuelven a estar en alto entre Estados Unidos y China, choque que amenaza con salpicar la cumbre del G-20 en Pittsburgh. La Administración de Barack Obama decidió ayer aplicar un arancel adicional del 35% a los neumáticos chinos. Es un gravamen más suave que el 55% que recomendaron los asesores del presidente, pero suficiente para irritar a Pekín.

La Casa Blanca justifica la tarifa como necesaria para eliminar "una clara disrupción" para los fabricantes estadounidenses, cuyo negocio se ve afectado por un producto mucho más barato. Es la respuesta a la denuncia del sindicato United Steelworkers, que eleva a 5.000 los empleos perdidos como consecuencia de la ola de importaciones chinas.

Se trata de la primera medida relevante de Obama en materia de comercio. Leo Gerard, presidente del sindicato, la aplaudió y criticó sin mencionarlo al ex presidente George W. Bush. "Durante demasiado tiempo, los trabajadores vienen siendo víctimas de una mala política comercial y de la inacción del Gobierno", dijo.

La medida se anuncia a 10 días del arranque de la cumbre del G-20, en la que Obama hará de anfitrión y a la que España acude como invitada. Este foro de los países más ricos y las principales economías emergentes ya alentó a que se evitara caer en la tentación del proteccionismo, porque puede minar la recuperación.

"Grave acto"

La reacción de China, miembro del G-20, no se hizo esperar y fue dura. "Es un grave acto de proteccionismo", dijo el ministro de Comercio, Chen Deming. Pekín considera que Washington acaba de poner el dedo en el gatillo de un arma muy peligrosa, presionado por "fuerzas internas" y se toma la disputa "muy en serio".

El Ejecutivo chino cree que la medida viola las reglas de la Organización Mundial de Comercio y contraviene los compromisos de EE UU adoptados en el G-20. "Este paso daña a China, igual que daña los intereses de EE UU, y lo peor es que lanza un mensaje equivocado", reiteran desde Pekín.

Washington y China mostraron públicamente su disposición a cooperar para revitalizar el comercio global, tras el varapalo de la crisis financiera. Pero este caso muestra que la fricción continúa. Y Obama se topa con un problema, ya que China es el principal comprador de la masiva deuda que EE UU acumula como consecuencia de la recesión.

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