La última copa
Los incidentes registrados el pasado fin de semana durante las fiestas del municipio madrileño de Pozuelo sobrecogieron a la opinión pública por la violencia de los ataques de algunos centenares de jóvenes contra la policía y su vandalismo contra el mobiliario urbano. La comparación formal con la violencia urbana que ejerce en el País Vasco el frente de juventudes de Batasuna era demasiado tentadora para resistirse a bautizar lo ocurrido en Pozuelo como pijoborroka, recogiendo el matiz de que es el municipio con mayor renta per cápita de España.
Pero tal vez no se haya subrayado con la intensidad necesaria el problema subyacente al estallido de violencia: el alcoholismo de los adolescentes como una nueva forma de ocio.
Considerado por todos los organismos de salud como una droga, el consumo de alcohol, bajo el eufemismo de botellón, se ha instalado en los usos y costumbres de los adolescentes de cualquier rincón de España.
Esta práctica, contra la que luchan con desigual empeño los ayuntamientos, irrita sobre todo a los ciudadanos por las molestias que causa en su calle, su plaza o su barrio. Ruidos que impiden el descanso o la suciedad que invade jardines, aceras o calzadas. Sin embargo, el problema trasciende el aspecto del necesario silencio o la higiene urbana. Todos los estudios indican que una temprana iniciación en la ingestión de alcohol multiplica las posibilidades de que el consumidor se convierta con el tiempo en un alcohólico. En los botellones, además, la forma de consumo de alcohol es salvaje, por la cantidad y el ritmo al que se ingiere, lo que agrava los riesgos para la salud. Los comas etílicos de jóvenes durante los fines de semana han dejado de ser noticia.
Para nadie es un secreto que el alcohol está detrás de múltiples dramas. Accidentes de tráfico, violencia doméstica, agresiones sexuales. En un país como España, en que el alcohol tiene una presencia cotidiana en la vida social y forma parte indisoluble del concepto de fiesta, es difícil pero a la vez urgente abordar el control público y en grupos del consumo de esta droga que de una forma silenciosa está haciendo estragos más graves que los ocurridos en Pozuelo de Alarcón.
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