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Reportaje:Días de diversión

La vulgaridad inunda Bilbao

Las Corridas Generales confirman la menor exigencia ganadera mientras que los diestros han naufragado

A priori, la feria de Bilbao sólo tenía un pero: el listón ganadero. Y aquellas dudas se han confirmado día a día en un pobre juego, al que se añade una presentación que no responde al toro de Bilbao, emblema de Vista Alegre. En los dos últimos años se ha cedido protagonismo al confeccionar el ciclo a las figuras, por encima de la importancia ganadera que gusta en Bilbao. Y los matadores no han respondido. Han seguido con su misma tónica vulgar de toda la temporada.

Aunque parezca lo contrario, las actuales figuras no han estado en Bilbao peor que en su trayectoria de esta temporada. Lo que ocurre es que en Vista Alegre ese toreo ramplón no emociona y las orejas no caen con igual benevolencia que en la infinidad de plazas en que triunfan los espadas.

Hoy manda el toreo poco profundo. Bilbao lo ha confirmado

Hoy manda el toreo poco profundo. Bilbao lo ha confirmado, como se vio de forma rotunda en el pasado San Isidro madrileño. No emociona el brazo estirado de El Juli, llevándose el toro siempre lejos; ni las vacías posturas de Manzanares, que hacen olvidar su empaque del pasado; ni el precavido Cid, con su postura forzada; ni el astracanado Fandi, capaz de reventar los pueblos y no dejar huella en los lugares importantes. Cuatro orejas en nueve tardes es un pobre balance.

Pero es el toreo que inunda todas las ferias. Con el capote, prefieren las chicuelinas y las gaoneras a la pureza de la verónica; el tercio de varas es un simulacro en el que a veces no se ve ni el primer encuentro, y todo se limita a la muleta, donde después de burdos estatuarios bastan tres tandas de derechazos o naturales despegados para rematar siempre con circulares tropezados que enloquecen a los tendidos. Y al final, la estocada caída para que el desenlace sea más rápido.

No importa la condición del toro, los matadores sacan su repertorio y si el astado colabora, bien; y si no, pues echan la culpa a la res. Difiere de esta tónica Enrique Ponce, que se adapta a cada enemigo y acaba por sacar faena donde no la había.

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En Bilbao, han dejado claro sus dificultades para variar su labor ante las condiciones del toro matadores como Sebastián Castella, Daniel Luque o El Juli. Si las figuras se encuentran adocenados en una labor vulgar, entre los meritorios sólo han brillado la madurez de Diego Urdiales y la decisión de Iván Fandiño. ¿Dónde está el deseo de abrirse hueco de quien no tiene un sitio ganado? Ni Sergio Aguilar ni Tejela ni Pinar ni Luque, que deberían haber dado el aldabonazo en la puerta de las grandes ferias, han sacado partido a su presencia en Bilbao.

Y si los toros no han estado a la altura acostumbrada y los toreros no han ofrecido un nivel destacado, el público de Vista Alegre ha estado a medio camino entre la benevolencia y la pasividad. ¡Cuántos toros malos han sido aplaudidos con fuerza en el arrastre! Se ha pedido música con ligereza para acompañar a trasteos fúnebres, en los que el torero simulaba una lucha. Demasiadas palmas y pocos silbidos. En seis tardes ha habido razones para despedir a algún espada con música de viento.

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