El debate de la participación

"Los turistas y los pequeñajos". Esos son los reyes de la Semana Grande, en palabras de un jubilado donostiarra. Y es que son los que más disfrutan y los que más participan en las actividades de fiestas. Ayer, más de 400 jóvenes se sumaron a la reunión de bicicletas en el Boulevard, mientras otros cambiaron la bici por el bañador y se apuntaron a las actividades del programa alternativo de fiestas en el puerto.

Por supuesto, los gigantes y cabezudos resultan lo más codiciado por las tardes entre los más pequeños, pese a que, en contra de la promesa del alcalde, Odón Elorza, "este año no han pegado más suave que el pasado", defiende Uxue segundos después de ser alcanzada por uno de los cabezudos. Junto con los gigantes, los conjuntos de txistularis que les acompañan ponen la nota musical, al igual que las charangas que recorren los diversos puntos neurálgicos de la fiesta. La reimplantación de estas últimas lleva buen camino, porque "así el paseo de la tarde por la Zurriola no es igual que el resto del verano", apunta Davide, un italiano de Milán que pasa sus vacaciones familiares en San Sebastián.

El programa es extenso, pero el empuje parece venir desde arriba

El Juli lo hizo todo con el gesto de la batalla perdida

Por participar, los niños participan incluso en actos que, en principio, no están pensados para ellos, como las sesiones de bertsolaris de la Plaza Easo. Maialen y Edurne, dos hermanas de tan sólo ocho y cinco años, esperan formales a que Andoni Egaña y los demás bertsolaris salgan al escenario. Entre los castillos hinchables y los bertsos prefieren estos últimos. Para que digan que sólo son para los mayores.

A pesar de que las calles se hallan a rebosar y cada rincón del centro alberga una actividad diferente. "Falta algo", apunta Amaia, que corre empapada a casa tras el chapuzón en el puerto.

Aunque una de las intenciones de San Sebastián 2016 es potenciar la "energía ciudadana", haciendo partícipes del proyecto a los vecinos, parece que la energía, al menos durante el día, no termina de encontrar su lugar en la Semana Grande. En el batallón de artillería que el sábado lanzó el Cañonazo ya se comentaba que faltaba "un poco de cava". Una mujer contaba, en el concierto del Boulevard de ayer, que es asidua a las actuaciones del quiosco. Eso sí, ver, oír y callar, afirmaba, nada de bailar. El programa es extenso y diverso para disfrutar, pero el empuje parece venir desde arriba, desde las instituciones.

Sin embargo, ¿qué pasa con las iniciativas de la ciudadanía, con la fuerza de la participación y con la improvisación de actividades paralelas al programa oficial? Ainhoa Iztueta, una joven que desde la mañana de ayer se preparaba para los conciertos de esta noche, comenta que echa de menos los triki-poteos -ir de bar en bar acompañado de trikitixas- y los grupos de amigos que, de forma improvisada, salen a la calle con el txistu en la mano, algo que sí ha observado en los pueblos guipuzcoanos y en las fiestas de otras ciudades.

Autocríticas constructivas como ésta pueden hacer de la Semana Grande una gran semana.