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Reportaje:Segundo atentado en 48 horas

Mallorca, bloqueada por el terror

El despliegue policial selló los accesos a la isla por aire y mar y colapsó las carreteras

Nadie podía salir y nadie podía entrar. Mallorca se convirtió ayer en lo más parecido a una prisión en medio del mar. La Operación Jaula para impedir la fuga de los terroristas supuso el bloqueo total de las comunicaciones y los transportes en una isla que en verano duplica su población, de 850.000 a casi dos millones de habitantes.

Desde las cuatro hasta las seis de la tarde, el aeropuerto de Son Sant Joan canceló todas las operaciones de entrada y salida de vuelos. Cuando se reabrió el tráfico aéreo, los retrasos eran de más de dos horas: en los controles de seguridad, se realizaban registros manuales a todos y cada uno de los pasajeros. "Si ha habido un atentado, es comprensible que se tomen medidas", se resignaba un grupo de escoceses a la espera de su vuelo de regreso a Glasgow.

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En los puertos de Palma y Alcudia se suspendieron todos los embarques previstos. Más de 7.000 pasajeros del supercrucero MSC Fantasia, que debía zarpar a primera hora de la tarde, se quedaron en tierra hasta nueva orden. El transporte marítimo también quedó restringido en todos los puertos deportivos de la isla.

Los controles policiales provocaron retenciones kilométricas en las principales carreteras y autovías. La Guardia Civil paraba a todos los vehículos que trataban de acceder a Alcudia, a más de 60 kilómetros del lugar del atentado. En la autopista que une Palma con Andratx, otro dispositivo registraba el interior de todos los coches procedentes de Palmanova. Un trayecto que habitualmente se cubre en 20 minutos, se convirtió para centenares de personas en una odisea de dos horas y media.

La policía cerró los accesos a Palmanova pasadas las tres de la tarde. "¡Estoy encerrada!", protestaba una mujer que había acudido a la localidad con sus dos hijos para visitar a un amigo. Cuando oyó el terrible estruendo de la explosión, salió corriendo y se refugió en una cafetería. Mientras veían cómo se alzaba una densa columna de humo negro, su hijo de ocho años le soltó: "Habrá sido ETA, mamá". Otro vecino puso el dedo en la llaga: "Siempre habíamos pensado que en Mallorca estábamos más seguros que en otros sitios de España. Creíamos que nunca pasaría nada. Pues bien, aquí lo tenemos".

Avanzada la tarde, las calles de Palmanova ofrecían un panorama casi irreal. Ajenos a lo sucedido, muchos turistas continuaban en la playa, a unos escasos 500 metros de la zona acordonada. Un matrimonio inglés, recién salido del hotel, dijo haberse enterado de la explosión por las noticias: "Ha sido en Palma, ¿no?", preguntó el padre. Cuando se le informó de que la explosión se había producido a la vuelta de la esquina, no daba crédito. "¿Aquí? ¡No lo sabíamos! Hemos visto mucha policía, pero no pensábamos que estuviera tan cerca...". Esta familia británica era una rara excepción. Dentro del cordón policial, los veraneantes, en su mayoría ingleses y alemanes, quedaron confinados en sus habitaciones. Asomados a los balcones, telefoneaban a sus familiares, esperaban novedades a través de los canales internacionales o consultaban Internet. En su página web, el diario sensacionalista alemán Bild informaba con contundencia: "El paraíso de las vacaciones, sellado". Mientras tanto, coches de la Guardia Civil y la Policía Local pasaban a toda velocidad, rompiendo el silencio de la sofocante tarde con sus sirenas: se acababa de localizar el segundo artefacto explosivo.

Un grupo de guardias civiles, en el aeropuerto de Palma en la tarde de ayer, tras el atentado mortal de Palmanova.
Un grupo de guardias civiles, en el aeropuerto de Palma en la tarde de ayer, tras el atentado mortal de Palmanova.EFE

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