_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Le quedó grande

Se hincó y se puso a gritar. "¡Déjeme hacer una llamada! ¡Por favor, sólo una!", gritó Noelia. "¡Cállese!, ya le he dicho que no se puede", contestó el agente. Había 12 detenidos, 2 mujeres y 10 hombres. "Nadie hablaba, todos lloraban. Cuando te coge la migra, ¡hasta los machos se quiebran!", cuenta Noelia. No dejaron a nadie llamar, sólo a ella porque el abogado la había aleccionado: "Si un día te detiene la policía, les exiges hacer una llamada, es tu derecho, pero tienes que gritar, si no, no te harán caso". Así que Noelia gritó y gritó, hasta que el agente le pasó un móvil. Habló con el jefe del bar que le está tramitando sus papeles y dio la cara por ella, al poco rato salió libre; pero, dice, las otras chicas se quedaron sin poder avisar que estaban detenidas, unas, aunque hubieran podido, no tenían a quien llamar, pues sus jefes les advirtieron al momento de emplearlas: "Si te detienen, nunca des mi nombre".

En cuatro años que lleva en Barcelona ya se había salvado de varias, pero hace 15 días, saliendo del médico en Sant Adrià de Besòs, la interceptaron en la parada del bus, se identificaron como agentes de migración y la metieron a una furgoneta. Más que la deportación, le teme al famoso Centro de Internamiento de Extranjeros de la Zona Franca, donde otros compañeros han pasado meses, y quienes han logrado salir, cuentan historias denigrantes del trato y las condiciones en que los tienen. Recluida y sin poder trabajar, no podrían vivir sus hijos en Bolivia, así que cuando se echó a llorar se encomendó a la Virgen de Guadalupe y juró mandar hacer una misa en su honor en su pueblo, Valle Grande, donde la patrona es la del Rosario.

Al salir de la comisaría, aún le temblaban las piernas, se acicaló y marchó a su primer trabajo de limpiadora, después de camarera y finalmente al bar donde canta. Subió al escenario vestida de mariachi, el único sitio donde se le mira en alto, preparó la garganta y comenzó: "Y póngase a trabajar mi chulo, pa que vea lo que cuesta la vida/ Pa que valore, verdad de Dios/ Ya no finjas a tus hijos el cariño, porque sé que no te duelen.../ A mí me dolió tenerlos y hasta tengo quien los cuide.../ Te quedó grande la yegua/ Y a mí me faltó jinete".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_