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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Plan para el turismo

El apoyo del Gobierno a la modernización del sector es oportuno, pero tardío e insuficiente

El turismo representa en torno al 11% de la economía española y emplea a dos millones de personas. En buena parte es una actividad exportadora, por lo que contribuye a evitar un mayor hundimiento de la balanza exterior, inquietante elemento de la coyuntura que se arrastra desde antes de la recesión. Este sector afronta desde 2008 una reducción de la demanda que, sin ser tan lacerante como la de otras actividades, es significativa: en los primeros meses ha descendido un 11,8%. Y se prevé que la afluencia de extranjeros descienda este verano a poco más de 23 millones de personas, 2,5 millones menos que en el de 2008.

Por ello resulta oportuno que el Gobierno haya diseñado un plan de apoyo al sector turístico en el Consejo de Ministros celebrado el viernes, simbólicamente, en Palma de Mallorca. Es la segunda vez que sucede desde el establecimiento de la democracia.

También parece en buena medida adecuada la orientación del plan -algo tardío, pues viene anunciándose desde hace tiempo- al pretender, con una inyección de 1.030 millones de euros, una mayor eficiencia energética, así como la eliminación de barreras arquitectónicas (ambos objetivos suponen la mitad del paquete), entre otras finalidades algo dispersas. Es decir, está en bastante sintonía con la prédica del cambio de modelo que debe tomar carta de naturaleza mediante la Ley de Economía Sostenible prometida para otoño. La coherencia entre las distintas medidas adoptadas es una piedra de toque fundamental de la calidad de una política económica. Por ello habría resultado más deseable una mayor concentración del apoyo público en favor de los dos fines prioritarios anunciados.

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Es cierto que la situación adversa del sector viene causada fundamentalmente por la recesión mundial y la consiguiente restricción en los gastos familiares de los principales clientes, Francia, Alemania y Reino Unido. Y que, por tanto, cuando la situación de esos países se enderece, habrá opción a recuperar los niveles anteriores.

Pero, atención, esa ecuación no se producirá automáticamente. Sobre todo porque las ofertas alternativas de otros países en la propia área mediterránea y en otras equivalentes acrecientan su competitividad: en precios, en calidad del entorno, en el carácter más reciente de sus establecimientos e infraestructuras. De modo que coexisten dos circunstancias negativas para el turismo español: la crisis coyuntural y un cierto agotamiento de su modelo tradicional.

El presidente del Gobierno ha recordado, no sin razón, que la inversión pública en el sector se ha sextuplicado desde 2004. Pero será insuficiente si la cantidad de recursos no se ve acompañada de mejor calidad en la gestión, pública y privada. Y si se olvida que al cabo, el sector está compuesto de empresas y será sensible, como los demás, a los aciertos y errores de la política económica global.

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