Ultraortodoxos en pie de guerra
Miles de religiosos judíos protestan con violencia en el centro de Jerusalén tras la detención de una mujer - El alcalde laico de la ciudad desafía a los radicales
Si un helicóptero de la policía sobrevuela Jerusalén en plena calma chicha del Sabath, algo grave sucede. No es frecuente, pero la escena se ha repetido los cuatro últimos sábados. Los pilotos han vigilado los barrios ultraortodoxos de Mea Sharim y Geula con especial celo. Adultos, jóvenes y niños judíos que visten traje o levita están en pie de guerra contra el alcalde, Nir Barkat, que hizo bandera del laicismo en las elecciones de noviembre pasado y derrotó al candidato fundamentalista. Hace un mes, osó abrir un aparcamiento para que los turistas puedan acceder los sábados, en coche, hasta las estribaciones de la ciudad amurallada. Inaceptable. Conducir en Sabath es pecado para los ultraortodoxos (haredíes), que han provocado graves disturbios.
La detenida desconectó el tubo que alimentaba a su hijo en un hospital
"Los ultraortodoxos buscan publicidad para captar fondos", según un experto
El martes, la detención de una mujer ultraortodoxa de 30 años -cinco hijos y embarazada del sexto, perteneciente a Naturei Karta, la secta más fiel a la Torá, que no reconoce las leyes del Estado ni a "sus autoridades sionistas"- añadió sal a la herida, desató la indignación de los ultras y una renovada oleada violenta.
La policía asegura que la mujer, que se encuentra en situación de arresto domiciliario, casi mata de hambre a un hijo de tres años. Las cámaras del Hospital Hadassa, donde permanece ingresado el pequeño, que pesa siete kilos, la grabaron desconectando el tubo que alimenta al menor. La noche del jueves salieron miles a las calles después de una semana jalonada por el vandalismo. Los altercados alcanzaron nuevas cotas. Quemaron contenedores de basura, agredieron a policías, funcionarios y periodistas, apedrearon ministerios e inutilizaron 70 semáforos.
Amplias zonas de Mea Sharim, el barrio ultraortodoxo más antiguo de la ciudad, parecían ayer un vertedero. Cortaron el tráfico de la carretera número 1, una de las arterias de la ciudad, y fueron dispersados con cañones de agua. Una veintena de agentes resultaron heridos y 34 personas fueron detenidas. Nadie recuerda en los últimos años protestas de los haredíes tan virulentas.
Los ultraortodoxos hablan de calumnia. Rechazan aceptar la evidencia filmada en el hospital. Pero el regidor decidió cortar por lo sano: suspendió los servicios a estos vecindarios pobres y abarrotados de almas hasta que cese la revuelta. Barkat no se arredra ante el desafío de los ultraortodoxos: más del 25% de los 780.000 vecinos de Jerusalén, incluidos los 260.000 habitantes palestinos.
Todo parece espontáneo. Pero muchos ciudadanos opinan que el guión está escrito. "El gueto siempre está furioso. Las protestas pueden dispararse por la oposición a la apertura de una tienda que vende productos alimenticios no-kosher, por los trabajos en una excavación donde se halló una osamenta o por la exigencia de que se cierre una calle durante el Sabath", explica Ira Sharkansky, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea. Las erupciones violentas en la ciudad de Jerusalén son esporádicas. Brotan y se esfuman.
"La protesta es masiva. No sé si todos los rabinos están de acuerdo, pero sin duda es muy extendida", afirma Sharkansky. Porque las luchas políticas internas entre las diversas sectas ultraortodoxas, que también andan a la greña, no son ajenas a la revuelta. "Cuando una comunidad descubre un asunto que entusiasma a las demás, el gueto entero se muestra listo a responder. Ninguna puede desentenderse de un tema que gana impulso en la defensa del judaísmo", precisa el profesor, quien tampoco descarta motivos más terrenales.
"La necesidad ocasional de levantar el entusiasmo de los donantes influye en estos acontecimientos", agrega Sharkansky. "Defender la fe frente a los judíos paganos es una manera de abrir las carteras de los ultraortodoxos millonarios. No es la única, pero es una de las razones. Los fondos de las distintas comunidades han caído últimamente y después de esta oleada enviarán emisarios al extranjero para explicar lo que han tenido que hacer [para defender su credo]. Las manifestaciones desaparecerán en breve, y volverán de nuevo. Los haredíes conocen sus límites".
El pulso, también político, que libran laicos y haredíes en Jerusalén es un asunto muy delicado. "La policía no se ha empleado con fuerza desmedida. Si esto lo hacen los palestinos, habría cientos con los huesos rotos. Pero al mundo ultraortodoxo, y especialmente a sus mujeres, hay que tratarlo con guante de seda. Hay líneas rojas en esa sociedad que no pueden atravesarse. Detuvieron a la mujer y la metieron en un vehículo policial con cuatro agentes. Para la secta de la mujer, es como una violación en una plaza pública. Nuestras mentes occidentales no lo comprenden", razona el concejal Meir Margalit, laico hasta la médula.
El edil lo tiene claro: "El problema del alcalde es que no busca el diálogo con estos grupos marginales. En un país democrático las leyes deben ser iguales para todos. Pero Israel es diferente. Con culturas tan distantes no se puede utilizar el mismo patrón para todos".
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