Desarme atómico, pero menos
El acuerdo entre Obama y Medvédev limita las armas desplegadas, no las reservas de cabezas nucleares
Los presidentes de EE UU y Rusia, las superpotencias que suman el 95% de los arsenales nucleares mundiales, dieron el pasado lunes un nuevo e importante impulso al proceso de desarme atómico, poniendo fin a un septenio virgen de acuerdos relevantes en ese sector. El pacto sellado en Moscú por Barack Obama y Dmitri Medvédev para sustituir con un texto más ambicioso el tratado START I -que expira el próximo diciembre- ha sido presentado y saludado con entusiasmo.
Sin embargo, amplias zonas de sombra permanecen sobre un proceso de desarme que sólo limita las armas desplegadas, pero no las reservas. Evidencia, además, distancias insalvables entre las partes en cuanto al número máximo de vectores para lanzar las bombas. Actualmente, el Kremlin cuenta con unas 2.700 cabezas nucleares desplegadas. La Casa Blanca, con 2.200. La reducción pactada en Moscú establece como límite para cada uno una horquilla de entre 1.500 y 1.675. La legislación vigente vinculaba a las partes a respetar para 2012 una horquilla de entre 1.700 y 2.200 cabezas. Así, el pacto del lunes constituye un avance, pero su valor efectivo queda en entredicho: entre los límites más distantes de la nueva y de la vieja horquilla (1.500 y 2.200) hay una diferencia significativa, pero entre los más cercanos (1.675 y 1.700) sólo 25 bombas.
"Los arsenales de los dos países tienen 20.000 bombas", dice un experto
En cualquier caso, la reducción pactada debe ser relativizada, subrayando que el límite establecido por Obama y Medvédev no sólo no concierne a las reservas almacenadas, sino que, además, sólo limita las cabezas estratégicas desplegadas (diseñadas para constituir una amenaza de aniquilación de alcance intercontinental), pero no las tácticas (más pequeñas y destinadas a la utilización en el campo de batalla). Las categorías no contempladas suman al menos 8.000 bombas, sin calcular las que esperan el desmantelamiento.
Tres expertos consultados coinciden en utilizar el adjetivo de "modesta" para la reducción pactada, aunque consideran muy relevante el acuerdo. "No es un gran recorte, pero es un acuerdo importante porque rompe con más de siete años de parálisis; porque se ha alcanzado rápidamente; y porque tiene un valor simbólico", observa desde Londres Mark Fitzpatrick, director del departamento No-proliferación y Desarme del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
"Es una reducción modesta si se considera que en los arsenales de los dos países
[calculando todas las categorías] hay al menos 20.000 bombas. Tiene el mérito de reabrir la vía", apunta Daryl G. Kimball, director ejecutivo de la Asociación de Control de Armas, desde Washington.
Según Shannon Kile, jefe del Departamento de Armas Nucleares del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), "no cabía esperar mucho más, dado el tiempo disponible. Aún así, es fundamental. Entre otras cosas, porque mantiene vivos los sistemas de verificación del START I", dice. Desde su entrada en vigor en 1994, esos sistemas han mejorado radicalmente la transparencia y la confianza recíprocas entre las dos superpotencias.
Reticencias de Moscú
En Moscú, las dos partes acordaron reducir los vectores estratégicos (los instrumentos para que las bombas lleguen a su destino: misiles, en silos o submarinos, bombarderos nucleares, etcétera) a una horquilla de entre 500 y 1.100. Es un nivel sustancialmente inferior a los 1.600 permitidos por el START I. John Bolton, embajador de EE UU ante la ONU durante la Administración de George W. Bush, ha calificado los nuevos números de "chocantemente bajos".
"Es una horquilla muy amplia, que muestra desacuerdo. El extremo de 500 es lo que querría Moscú. El de 1.100, es lo que quiere Washington. Actualmente, Rusia cuenta con algo menos de 800 vectores; EE UU, con unos 1.100", explica Daryl Kimball, director ejecutivo de la Asociación de Control de Armas, desde Washington.
Los vectores disponibles permiten al Kremlin disparar hasta 3.900 bombas; la Casa Blanca puede lanzar 5.500, ya que cuenta con misiles (los MIRV) capaces de transportar hasta diez cabezas cada uno, según datos oficiales.
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