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Reportaje:

Errores que queman

Pensamos que lo conocemos todo sobre protección solar, pero ¿sabe usted que el factor 60 no es el doble de eficaz que el 30, que uno se puede abrasar bajo la sombrilla o que la ropa mojada deja pasar más rayos que la seca?

Elena Sevillano

Mediodía, 40 grados a la sombra en una playa mediterránea cualquiera. Una familia sin broncear juega en la orilla sin gorro, con una escasa capa de crema con factor de protección 10 aplicada en cara y cuerpo. A su lado, un tipo vestido de pies a cabeza, con gorro de ala ancha calado hasta las cejas, unas enormes gafas de sol, un bote con un 50+ asomándole de un bolsillo y, clavada en la arena, una sombrilla de color oscuro y trama tupida. ¿Cuál de las dos imágenes es más exagerada? Las dos, una por defecto y la otra por exceso de protección frente a los rayos ultravioleta que nos llegan del sol. Sólo que la primera es habitual y no sorprende, mientras que la segunda despertaría como mínimo extrañeza, cuando no recelo, entre el resto de bañistas.

Los españoles somos los europeos más conscientes de los riesgos de exponerse sin precauciones a la radiación solar, según un estudio de la marca Garnier Delial y la Asociación de Ligas Europeas contra el Cáncer. Sabemos que sus efectos son acumulativos, que provoca cáncer de piel a edades cada vez más tempranas -ha crecido un 40% entre hombres jóvenes- y que está detrás del envejecimiento cutáneo. Sin embargo, más de un tercio se tumba en la arena entre las 12.00 y las 16.00, la franja horaria más peligrosa, y el 36% sólo se aplica la protección solar una vez. La mitad de la población presenta "un comportamiento de riesgo", siendo los varones jóvenes los más imprudentes, según el barómetro de Garnier, que constata cómo siguen perviviendo las dudas, las falsas creencias y las informaciones entendidas a medias.

Ultravioleta A, B y C

Supongamos que los rayos ultravioleta son bombas lanzadas contra nuestro cuerpo desde el espacio con distinta fuerza. Los ultravioleta C apenas llegan porque los filtra la capa de ozono. Los B se hunden hasta la epidermis, provocando el enrojecimiento y las quemaduras o eritemas. Los A "son menos energéticos, pero penetran más", explica Chelo del Cañizo, directora científica del grupo cosmético L'Oréal: se zambullen hasta la dermis desencadenando problemas de inmunidad (alergias y manchas), fotoenvejecimiento y cáncer; y haciendo que la piel se broncee a modo de protección.

Los A, que no pican ni enrojecen, hacen que disminuya la producción de colágeno y la elasticidad de la piel. "Sus efectos no son graduales, sino que se notan de golpe: un día te miras al espejo y te encuentras las arrugas y la piel acartonada", describe Del Cañizo, que aconseja protección solar específica para el rostro, con antioxidantes, vitaminas y hasta antiarrugas. "Al llegar a una edad madura, haber abusado del sol habrá sumado ocho años al DNI en cara, escote y manos", sentencia el doctor Julián Conejo-Mir, presidente de la Academia Española de Dermatología y Venereología. "Los UVA elevan hasta un 75% relativo el riesgo de padecer melanoma: si tu riesgo es de un 10%, lo aumentas al 17,5%", advierte Javier Cortés, jefe de la unidad de melanomas del departamento de oncología del Hospital Valle de Hebrón de Barcelona. El experto recomienda evitar en lo posible las cabinas de rayos UVA, estar atentos a cambios de forma y tamaño de los lunares y visitar periódicamente al dermatólogo.

Factor de protección

El factor o índice de protección solar (FPS, también conocido como IP o FP ) es un multiplicador del tiempo que una persona puede exponerse al sol sin quemarse: si alguien que aguanta 10 minutos se aplica un FPS 10, estará alargando su resistencia hasta los 100 minutos. Este índice indica su resistencia frente a los rayos UVB, porque frente a los UVA no existe un método de cálculo homologado, aunque si aparece la palabra UVA rodeada por un círculo o señalada de cualquier otra manera clara y comprensible, significa que el producto también cuenta con una protección equilibrada contra éstos.

"La proporcionalidad de la protección frente a los UVB se pierde a partir de un factor 50", informa Del Cañizo. Es decir, que un FPS 80 no protege el doble que uno de 40. En su opinión, señalar un FPS de 70 u 80 en un bote sólo es "un argumento de venta", ya que a partir de 50 el aumento de protección es mínimo. Por eso, la UE recomienda un 50+ como máximo en el etiquetado. También propone que no se utilicen términos como pantalla total, ya que "ninguna crema protege al 100%". Tampoco debería llamarse protector solar si tiene un FPS inferior a 6.

Cuándo, a quién

Conejo-Mir se lamenta de que la fotoprotección se considere más cosmética que medicina. Insiste en que se trata de un producto que debería administrarse personalizadamente, en función de cada tipo de piel: de un 30 a un 50+ para las más blancas (y para los niños), de un 15 a un 25 para las que están algo más tostadas y tienen melanina suficiente, y de un 6 a un 10 para las morenas. También hay que elegir la textura más adecuada a cada necesidad: crema, spray, gel... Las más viscosas penetran peor y pueden dar lugar a huecos sin cubrir en la piel, mientras que las fluidas se extienden más fácilmente. "Es una aberración utilizar el mismo bote para toda la familia", observa el doctor. "Si tienes un hijo rubio y otro moreno, y a los dos les aplicas el mismo protector, estás provocando que uno se queme y el otro no, que uno pueda desarrollar un cáncer y el otro no", casi exclama. Los dermatólogos desaconsejan que los menores de tres años tomen el sol de 12.00 a 16.00, por mucha crema que lleven encima.

También coinciden en que el fotoprotector ha de aplicarse 30 minutos antes de la exposición, y luego, cada dos horas, especialmente después del baño y de secarse con la toalla. Y eso es algo que, según el informe de Garnier, hace el 54% de los españoles. Otra cosa es cuánta cantidad de producto utilizan. "La aplicación adecuada para un adulto de talla media es la equivalente a seis cucharillas de café (o 36 gramos o 30 mililitros) para todo el cuerpo". "Aquí la consigna es no ser rácanos: un tubo de 60 mililitros no debería durar más de 10 días", traducen los especialistas. O, según los cálculos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), casi un bote (180 mililitros) por día (cuatro horas de exposición, dos aplicaciones) por cada familia de cuatro miembros. Menos cantidad "conduce a una reducción de un 20% de la protección", insiste ISDIN.

La ropa

El FPU de la ropa (que es el equivalente al FPS en cremas solares) aumenta cuanto menores son los espacios entre los hilos y mayor es el peso y grosor del tejido, y es mayor en los colores oscuros que en los claros. La tela que menos rayos ultravioleta deja pasar es la vaquera azul marino o negra, que no es precisamente el tipo de indumentaria que suele elegirse para ir a la playa. "Una camiseta blanca de algodón ofrece una protección 12; esa misma camiseta en negro filtra 20", alerta Conejo-Mir. Y ojo porque, al mojarse, la barrera pierde fuerza y la blanca se puede quedar en una protección 2. Esto se puede extrapolar a cualquier otra prenda o complemento playero: el color ideal de una sombrilla sería el negro. Un sombrero de paja, poco tupido, no llegará a proteger ni del 40% de las radiaciones. "Un gorro de tela protege un 100%, pero no vale uno de béisbol con visera. Debe tener un ala de unos siete u ocho centímetros. Si está inclinada, mejor", indica el dermatólogo.

Atención a...

Los días nublados. Los rayos ultravioleta no entienden de nubes y llegan exactamente igual a la superficie terrestre.

Relajarse bajo la sombrilla o en el agua. La radiación solar rebota en la arena y llega al bañista que está en la sombra, y al que chapotea (el agua es el mejor sitio para quemarse) o incluso bucea a menos de un metro de la superficie.

Las quemaduras. En contra de lo que opina el 46% de los españoles encuestados por Garnier, no es normal quemarse en la primera exposición al sol antes de broncearse.

Los rayos infrarrojos. Los expertos comienzan a concluir que también tienen efectos perniciosos. "Si el protector solar es el cosmético más vendido del mundo, ¿por qué sigue habiendo tanto cáncer de piel? Algo más debe de haber aparte de los ultravioletas; ahora se habla mucho de los infrarrojos", dice Conejo-Mir.

Gafas, siempre con filtro

Francisco José Muñoz Negrete, jefe del servicio de oftalmología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, asegura que los rayos UV pueden causar lesiones como el pterigion, que es un crecimiento benigno de la conjuntiva (membrana mucosa que tapiza los párpados y recubre la parte anterior del globo ocular) conocido popularmente como palmera, uña o carnabón. En casos más extremos puede incluso desencadenar un tumor. "También acelera la producción de cataratas. Cada vez operamos a edades más tempranas a pacientes que han estado expuestos y no se han protegido", prosigue el doctor. Pero la consecuencia más grave es la degeneración macular senil, que causa ceguera o limitación visual irreversible.

¿La mejor prevención? Unas buenas gafas de sol con el sello CE de la Unión Europea, grandes para reducir las radiaciones por los laterales o por arriba. Conviene tomar el sol con ellas porque sirven de pantalla protectora y previenen las arrugas de expresión alrededor de los ojos. El Colegio de Ópticos-Optometristas ha publicado un folleto en el que informa de los colores de cristal más recomendables según la actividad: amarillo (que permite mayor contraste), para conducir al atardecer y para deportes con movimientos rápidos como el tenis; verde (el que más distorsiona), para deportes náuticos y de invierno; ámbar y marrón (sin gran alteración de los colores), para deportes al aire libre; gris (la de mayor fidelidad cromática), para la playa. Un cristal no protege más de los ultravioleta por ser más oscuro, sino por tener un filtro adecuado. "Para asegurarnos de su calidad, lo mejor es ir a una óptica", concluye Muñoz.

"Unas gafas de sol sin filtros UV confunden al ojo, que, al percibir menos luz, dilata la pupila, permitiendo que le entre todo el ultravioleta. Es mucho peor llevar cristales sin filtro que no llevar nada, porque al no llevar gafas, el ojo no está engañado y se protege: las pupilas se contraen, el párpado se entrecierra", alerta la óptica Irene Bautista. "Las lentes de mala calidad pueden provocar mareos, visión doble o dolores de cabeza", añade.

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Sobre la firma

Elena Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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