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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Regresa el PRI

El abultado triunfo del partido mexicano puede convertir en rehén al presidente Calderón

Después de nueve años de travesía del desierto, el opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI) inicia el regreso al poder en México. Su abultada victoria en las elecciones parlamentarias de mitad de legislatura, ocho puntos sobre el gobernante Acción Nacional (PAN), le permitirá controlar la agenda del Congreso de 500 diputados, con el apoyo de alguna formación menor. En los tres años que restan hasta las presidenciales, el PRI, que fuera dueño absoluto de los destinos del país en el siglo XX, va a convertir presumiblemente en rehén a Felipe Calderón. El presidente necesita un tercio de los escaños para imponer su veto.

Los mexicanos, en medio de una alta abstención, tradicional en estos comicios, han castigado a Calderón por no cumplir sus promesas de puestos de trabajo ni haber sabido impedir que la recesión vaya a hacer caer la economía de su país en torno al 6% este año, pese a su petróleo. El presidente ha tenido la valentía de lanzar al Ejército contra los carteles del narcotráfico -y su partido ha hecho de ello el argumento electoral básico-, pero el aterrador balance de esta guerra, más de 13.000 muertos en poco más de dos años, no ha impedido una escalada de la inseguridad y la delincuencia, asociada a la corrupción e ineficacia policial, que hace de México uno de los países más violentos del mundo.

El PRI fue un partido virtualmente único, radicalmente corrompido, que durante generaciones fue sinónimo del Estado mexicano. Desde que fuera desalojado del poder presidencial, en 2000, intenta convertirse en una formación capaz de competir en un entorno democrático. Le ha favorecido en estas elecciones el total descrédito de la izquierda acaudillada por el populista López Obrador, incapaz de digerir su derrota en las presidenciales de 2006.

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Nada sugiere, a juzgar por el historial y el talante de muchos de los notables que permanecen en sus filas, que sea real el giro hacia la honestidad política que proclaman los dirigentes del partido. Pero parece evidente, a juzgar por los resultados del domingo, que su poderosa maquinaria administrativa y de captación de votos permanece en forma. Eufóricos, los responsables priístas aseguraban ayer que tienen clara la agenda de profundos cambios económicos que el país necesita. Sus promesas en este terreno -muchas y arriesgadas- pronto se verán sometidas al contraste del Parlamento que dominan.

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