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La mirada heterosexual

Rubén mira embobado las carrozas mientras estruja el culo de su novia, embutido en un pantalón blanco. Ella lo admite sin pudor y con un guiño a su amiga: "Hemos venido aquí a ver a los tíos, aunque sean gays". ¿Y a tu novio no le molesta? "¿Por qué me va a molestar?", tercia él. "Venimos por curiosidad", añadía de inmediato.

"El Orgullo no es sólo cosa de homosexuales", exclamaba un enorme grupo de estudiantes en la Puerta de Alcalá. "Venimos por la fiesta, ¡claro! Pero también para apoyarles. Tenemos varios amigos gays en clase y hay mucho idiota que los trata mal por norma", decía Marcos con mucho salero. "Mientras sean buenas personas es lo importante", decía el pequeño Orlando, que con 12 años estaba viviendo su primera manifestación gay. "Al principio se ha asustado un poco", reía su hermana. "Pero sólo cuando vi a los 'drag queens", se justificaba él. "Ahora estoy encantado".

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El Orgullo cuelga el cartel de lleno

A pocos metros, en mitad del bailongo follón de la Gran Vía, cinco chavales de entre 22 y 30 años llevan desde el jueves recorriendo los 80 kilómetros que separan Ceniciento, su pueblo, de Madrid. Aunque sus disfraces y morros pintados despisten son heterosexuales. "Hay un montón de tías", dice Coe. "El jueves nos enrollamos con cuatro tías cada uno", alardea mirando a su amigo Jorge de reojo.

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