_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La fuente de nuestra memoria

La memoria de nuestro país está hecha de desgarrones, somos un paño precario con manchas, agujeros y grandes desgarrones. La experiencia de estos años de democracia nos ha enseñado cosas, hemos comprobado que la política no tiene memoria, no puede tenerla, y que la historia tiene dueños y éstos no son los perdedores. La figura de Adolfo Suárez es un cruel ejemplo, el falangista que atravesó el desierto y no pudo reinar en la tierra prometida. Pero también el Partido Comunista fue una víctima de la historia. En Galicia se puede decir que pereció antes, el PCG se constituyó como organización autónoma en el año 68 y en buena medida la recuperación del galleguismo republicano es mérito suyo, pero fue derrotado ideológicamente por la UPG y fue quedando al margen. Hoy la lucha de sus militantes por las libertades y por el autogobierno gallego está olvidada, es como si no hubiese existido.

Hoy aquí nadie recuerda ni hace suya la masiva movilización de aquellos años por la autonomía

Pero el olvido de los derrotados es ley universal, también la derecha tiene a sus olvidados. Comprobamos cómo están olvidados políticos que merecerían nuestra memoria, como Antonio Rosón, que teniendo un sombrío pasado de derecha franquista apostó con sinceridad y mucha valentía por el autogobierno nacional de Galicia. O Meilán Gil, que de procurador en Cortes franquistas pasó a constituyente y defendió el reconocimiento de Galicia como "nacionalidad".

Este año sí que se recordó a Ramón Piñeiro, su cortesía envolvía un alma tensa y en agonía, fue valiente y sincero pero le faltó serenidad y generosidad. Inevitablemente nos despertará más simpatía Otero Pedrayo, capaz de comprender a unos y a otros, capaz de comprender al exilio y también a Piñeiro; porque el exilio no entró a formar parte ni de nuestro presente ni de nuestra memoria, aquella gente son fantasmas. Y al recuperar la libertad Galicia tuvo a Piñeiro, y el trabajo de los galleguistas culturalistas fue muy meritorio, pero el piñeirismo también creó la figura del "galleguista profesional" que desde las instituciones sirve para avalar al poder, haga lo que haga. Pero dentro del galleguismo no sólo el exilio fue borrado, desplazado por un galleguismo diluido y líquido, incluso galleguistas del interior, como Paz Andrade, no constan en la memoria que se ha ido construyendo estos años. Pero Castelao habría suscrito "Galicia como tarea".

Los galleguistas debieran desear un país extenso, diverso y rico interiormente; sin embargo, es ahí donde mayor es el encono sectario, donde más se busca liquidar al rival. No tiene sentido negar los trabajos y los logros del galleguismo cultural y de Piñeiro, pero comprobamos que su figura es utilizada como si fuese la de un fantasma que se traga los trabajos y logros de tantas personas y organizaciones. Con motivo de celebrar su figura hemos oído y leído declaraciones que prácticamente le atribuían a él la consecución de la autonomía. Igual que se le atribuye la Lei de Normalización Lingüística o cualquier otra cosa, nada que ver con lo que figura en los libros de sesiones de nuestro Parlamento o en las hemerotecas y nada que ver con la realidad. Esas y otras conquistas son el fruto, por un lado, de la lucha antifranquista y, por otro, de la actitud constructiva de la mayoría de las fuerzas políticas en aquellos primeros años de la democracia y la autonomía. La fingida ignorancia de quien sepulta el recuerdo de Unidade Galega o el PSG-Esquerda Galega es ridícula, transforma en brujos arteros a los que fingen olvido. Es pretender que desaparezcamos de la historia de Galicia cientos de miles de personas que nos manifestamos en las calles de todas las ciudades gallegas para exigir autonomía, hace ahora treinta años. Sepultar la lucha por la autonomía, "a Aldraxe", es cortar lo mejor de nuestra memoria colectiva, un momento de dignidad nacional que nos debe dar orgullo.

La lucha por la autonomía en aquellos años decisivos no forma parte de la memoria oficial del nacionalismo, tampoco forma parte de la del PP y tampoco de la del PSdeG, está olvidada. Aquella masiva movilización reivindicando el reconocimiento nacional fue calificada en Madrid como "de los caciques" y hoy aquí nadie la recuerda ni la hace suya. Sin embargo, es en ese lugar y momento y son esos cientos de miles quienes sustentan y refundan la existencia de este país, que ahora quieren recortar los que ignoran y nos niegan. Por mi parte me alegro de haber estado entonces allí y me siento orgulloso de toda aquella gente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_