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Columna
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Los fantasmas del PP

Lo malo de cumplir años no es el deterioro físico, que también, sino el insoportable peso de la memoria. Cuando el presente deja de sorprenderte es porque un resorte malévolo de tu mente tiende a trazar paralelismos con el pasado, de suerte que la vida se torna un bucle sin fin que pregona la pérdida irremisible de la ingenuidad. O el trágico principio de la senectud. La ventaja, por el contrario, de gozar de cierta perspectiva histórica, sobre todo si uno se dedica al denostado oficio de observar la realidad y tratar de interpretarla, es que permite captar la impostura del actor político mucho antes de que ésta sea palmaria; la lee en la mirada cínica del impostor.

Haber conocido a principios de los noventa al Aznar de mirada esquiva y cabello aún engominado, o al Rajoy más impelido a tejer complicidades que a prodigar displicencias, constituye un bagaje muy útil a la hora de examinar el mensaje que por enésima vez el PP trata de propalar en Cataluña. Y si no, echemos la vista atrás.

Por fatuos que sean los guiños de Rajoy a Cataluña, si cierta oligarquía local los jalea, más le vale al PSC cambiar el chip

- Junio de 1992. Aznar acusa a Felipe González de "ceder al chantaje nacionalista" con sus pactos con CiU.

- Mayo de 1994. El aspirante a La Moncloa propone una reforma constitucional que "cierre" de una vez el proceso autonómico.

- Marzo de 1996. Huérfano de mayoría y necesitado de aliados, inicia su idilio con Pujol y desvela que habla catalán en la intimidad.

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- Abril de 1996. El fichaje de Piqué como ministro consuma el fingido volantazo catalanista de los populares, mientras Rajoy se vuelca en dar pronta satisfacción a CiU.

- Agosto de 1996. El combativo Vidal-Quadras es sustituido al frente del PP catalán por un bastante más dúctil Alberto Fernández.

- Abril de 2000. Henchido de mayoría absoluta, Aznar abandera un nacionalismo español "sin complejos" y acomete una "involución autonómica" severamente censurada en Barcelona por quienes hoy, deudas pendientes (y quién sabe si futuras) obligan, parecen haber perdido la memoria.

- Otoño de 2005. El otrora moderado Rajoy, de patitas en la oposición, acaudilla la doble cruzada contra la opa de Gas Natural sobre Endesa y contra el Estatuto catalán, que recurre ante el Constitucional.

- Primavera de 2008 De nuevo derrotado, y consciente de que la etapa de las mayorías absolutas pasó a mejor vida, Rajoy arrumba en un cajón las soflamas antinacionalistas para congraciarse con CiU. Visto lo visto, sólo la desmemoria, la ignorancia o el interés bastardo explican que todavía haya quienes glosen los esfuerzos del PP de Rajoy por reconciliarse con el pueblo catalán. Que si asiste por vez primera a la recepción que organiza la Generalitat el día de Sant Jordi; que si inicia en Deltebre -¿acaso no fue su Gobierno el que impulsó el trasvase, luego abortado por el PSOE?- una gira catalana que se prolongará hasta las elecciones de 2010, la misma que con descriptible éxito protagonizó antes de las generales; que si está deseoso de que el Constitucional sentencie pronto su recurso contra el Estatuto para zanjar de una vez por todas este enojoso al asunto... Asombroso que aún haya quien jalee los fatuos guiños de Rajoy, al tiempo que denuesta las tardanzas e incumplimientos -no menos reprobables- de Zapatero con Cataluña. O que apenas se hurgue en las dudas del PP a la hora de recurrir la ley catalana de educación, pese a que consagra la inmersión lingüística que anatematizaba anteayer. O que le salga gratis tomar asiento en el Consejo de Garantías Estatutarias, que impugnó por juzgarlo "un remedo de Tribunal Constitucional"...Los fantasmas del PP tienden a merodear por el territorio catalán cada vez que se avecinan unas elecciones. Lo hacen por voluntad propia, pero también por expreso deseo del PSC, inclinado a agitar el espantajo de que viene la derecha para movilizar a sus huestes. Pero el asustar se va acabar. Si demonizar a Aznar y a Vidal-Quadras resultó estéril en las europeas, intentar lo propio con Alicia Sánchez-Camacho en las catalanas carece de sentido. Si los socialistas vascos no hacen ascos al apoyo del PP, resucitar aquí ajados cordones sanitarios se antoja extemporáneo. Y si además cierta oligarquía local, tan mimada por la Generalitat, le ríe las gracias a Rajoy, más vale que los ladinos estrategas del PSC vayan innovando su estrategia. Rentabilizar la por ahora ignota gestión de la Generalitat tal vez no fuera tan mala idea.

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