Lógica absurda
Cuando los dirigentes del Partido Popular decían que la corrupción no les pasaría factura en las recientes elecciones europeas, yo albergaba mis dudas. ¿Cómo es posible? ¿En qué país vivimos? No, no puede ser. El resultado de los comicios ha convertido las profecías en asertos. Era cierto.
Viene a mi memoria el caso reciente de un alcalde malagueño que, acusado de prevaricación, cuando le conducían al juzgado gritaba a voz en cuello: "¡No vienen a por mí! ¡Vienen a por el PP!". Habría que advertirle, no te preocupes por tu partido, defiéndete tú, ponte a salvo, cosa, por cierto, no muy difícil. El Partido Popular ya sabe salvarse solo, sus votantes son insensibles a la corrupción, no les afecta. La corrupción más bien les refuerza, les anima y hace que vayan a ir más contentos a votar. El partido aumenta el número de votos. Y, siguiendo esta lógica absurda, para las próximas elecciones generales les auguro un éxito absoluto: tienen a un montón de imputados en los juzgados.
Y vuelvo a repetirme: ¿En qué país vivimos? ¿En qué ha quedado la leyenda del hidalgo español, escaso de dinero, pero pletórico de honor.