Obama, solo ante el peligro
Aunque la poderosa estructura económico-militar estadounidense no deja mucho espacio de maniobra, puede que el desastroso legado de Bush y la crisis económica estén permitiendo a Barack Obama tomar decisiones que no hubieran sido posibles tan sólo hace unos años. Los primeros días de Obama, según Elaine Kamarck, de la Harvard's Kennedy School, son "los más dramáticos que ha vivido el país desde el presidente Roosevelt. Éste tuvo que enfrentarse a una profunda crisis doméstica, ahora nos encontramos ante una doble crisis, nacional e internacional". El propio Obama, usando un lenguaje bíblico al que suele ser aficionado, ha dicho "vamos a construir sobre rocas, que no sobre arena".
Los europeos le estamos sirviendo de poca ayuda a un presidente que actúa como queríamos
Para resolver la crisis económica ha tomado una serie de revolucionarias medidas saliendo en ayuda del sistema bancario, comprando activos tóxicos, intentando salvar la industria automovilística, revitalizar la venta de viviendas y reformar la seguridad social. Todo ello acompañado de estrictas regulaciones que puedan evitar situaciones parecidas en el futuro. De momento, y no es poco, ha conseguido detener la sensación de que, tras los norteamericanos, todos nos precipitábamos irremisiblemente en el abismo. Otra cuestión es que las medidas produzcan sus efectos y que el endeudamiento adquirido no pase factura. Tampoco hay que olvidar que nadie ha entonado el mea culpa. El cáustico y sutil editor de Vanity Fair, Graydon Carter, ha escrito: "Nunca antes tan pocos han hecho mayor daño a tantos. ¿Cómo es posible que no vayan a tener responsabilidad alguna los gestores financieros que han conseguido poner de rodillas la economía mundial y que millones de personas hayan sido reducidas a la pobreza o perdido la mayor parte de sus ahorros?".
Obama ha aprobado con buena nota su primer examen. Inteligente, carismático, cool, pragmático y ambicioso, parece crecerse ante las dificultades. "Uno de los extraordinarios privilegios de ser presidente -ha afirmado-, y de serlo en una época de gran dificultad, es que tenemos múltiples retos y estamos seguros de que las decisiones que tomamos van a suponer un cambio cualitativo, algo diferente". No le arredra tomar ese tipo de decisiones. Goza y ama el poder y parece estar convencido de que ha sido nominado para cambiar simultáneamente Estados Unidos, el papel de su país en el mundo y también el mundo en sí mismo.
Pero su espada de Damocles reside en la situación internacional. La capacidad del pueblo norteamericano para aceptar reformas en esta área se reduce ante el miedo a que bajar la guardia pueda poner en peligro su seguridad nacional. Los halcones estadounidenses no han dejado ni un solo instante de afilar sus garras para caer sobre su presa ante el error más mínimo o cualquier perturbación que se produzca.
En todo caso, a Obama ya hay que reconocerle valor y visión al dirigirse desde El Cairo al mundo islámico prometiendo diálogo, apoyo a la creación de un Estado palestino y también a la seguridad de Israel. Sabemos que Obama tiene el deseo y la voluntad de alcanzar la paz en Oriente Próximo; falta saber si tiene la capacidad. Y si Israel e Irán están dispuestos a aportar soluciones. Ni Netanyahu ni Ahmadineyad son los compañeros de viaje que uno desearía para Obama en estos momentos. Por su parte, Afganistán y sobre todo Pakistán pueden contribuir a dar al traste con la estrategia de cooperación del nuevo presidente norteamericano. Y en cuanto a China y Rusia, poco le están ayudando, conscientes de que ha empezado la cuenta atrás para que Estados Unidos deje de ser la única potencia verdaderamente mundial. A pesar de que Fareed Zakaria, editor de la revista Newsweek, considere en su libro El mundo después de USA que no existe declive norteamericano, sino ascenso de otros países, la realidad es que para que unos suban algunos tienen que bajar. Y el imparable ascenso de China y Rusia supone el descenso en algunos peldaños de Estados Unidos.
Ni Moscú ni Pekín se han comprometido de veras en actuaciones que puedan estabilizar la situación mundial, y no parece que estén dispuestas a renunciar a los beneficios que pueda reportarles el declive norteamericano. Lamentablemente, puede que Europa tampoco le sea de gran ayuda a Obama. Nuestros gobernantes no han estado muy receptivos en su última visita. Ni Sarkozy ni Merkel, los que realmente deciden, parecen interesados en que Europa juegue como tal en la primera división internacional y en que la Unión Europea se convierta en el socio que necesita Obama en su política de multilateralidad y diálogo, esa que tanto exigíamos los europeos a Bush.
Avanza Obama como Gary Cooper: solo ante el peligro. Es posible que sea uno de los más brillantes presidentes norteamericanos; pero casi ningún otro se encontró con una situación internacional tan difícil... y tan solo. Ojalá no fracase, no sería bueno para nadie. Y si desgraciadamente así fuera, alguna responsabilidad tendríamos nosotros, los europeos, que en vez de afanarnos por construir una Unión Europea poderosa y solidaria que pueda convertirse en el socio que Obama necesita, andamos enredados en rencillas regionales y nacionales, en sublimadas identidades históricas, culturales o lingüísticas; en definitiva, en potenciar cuanto nos separa, aunque al final seamos nosotros los más perjudicados.
Jerónimo Páez es abogado y editor de las memorias de Barack Obama, Los sueños de mi padre.
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