Un pueblo con un Oscar
Parece una momia, tumbado boca arriba y envuelto en papel blanco. A su alrededor, antiguas cámaras cinematográficas, carteles de películas y hasta una vieja bicicleta usada como reproductor. La momia es un enorme Oscar, de los que presiden en el teatro Kodak de Los Ángeles la entrega de estatuillas, y duerme en Villarejo de Salvanés. Uno de sus 7.219 habitantes lo guarda, como un tesoro, junto con las otras joyas de su colección. La más grande de Europa, dice, dedicada a la maquinaria de cine y etapas anteriores.
Porque muy cerca de la Torre del Homenaje, el castillo rehabilitado hace dos años y que se suponía que iba a servir de centro de interpretación pero ahora sólo se abre con peticiones previas; al lado de la iglesia parroquial de San Andrés, cuyo campanario es una extraña mole de cemento; y en la misma calle donde se encuentra el Ayuntamiento, recientemente reformado manteniendo la fachada original, Juan Carlos Jiménez guarda con mimo más de 500 proyectores de cine, 22.000 carteles de películas originales y miles de piezas relacionadas con la parte más técnica del séptimo arte. Su idea era crear un museo en el pueblo en el que nació hace 53 años, pero está "cansado de no encontrar apoyos de las instituciones".
"Estamos en una mala época, en un momento de espera", dice el alcalde de esta pequeña localidad del sureste madrileño (a 50 kilómetros de la capital), el socialista Fernando Gutiérrez. No se refiere sólo al proyecto de Jiménez, sino a la situación económica del pueblo. Por delante, varios retos a la espera de tiempos mejores: sobre todo la plataforma logística que traiga más trabajo y población para la decena de sectores urbanizables que han de ayudar a crecer al municipio. "Nuestra idea es doblar la población en unos años, sin prisas pero sin pausa".
De momento, la ayuda del Plan E ha servido para mejorar la vieja piscina de verano y empezar la construcción de otra climatizada.
El deporte, explica el regidor, ofrece muchas alternativas de ocio, pero "hay poca actividad cultural", confiesa. Lo saben bien Miriam, Julio y Tomás, tres adolescentes villarejeros que consideran su pueblo "bastante aburrido". Estudian aquí, donde hay dos colegios y dos institutos (uno de Formación Profesional) y, a sus 15 años, lo prefieren a Madrid. "Aquí tenemos mucha más libertad, nos dejan salir, estar por la calle...". Pero se quejan de la poca oferta de ocio. El cine cerró en 2004, con la proyección de Mar Adentro. "Aguanté hasta el final por nostalgia y cariño", confiesa Juan Carlos Jiménez, quien regentaba el cine París, abierto por su padre en 1966. Toda una vida entre rollos de películas que, casi de manera natural, le ha llevado al coleccionismo. "Empecé por guardar todos los cacharrejos de las cabinas, luego he comprado el material de cines que han ido cerrando y acudiendo a todas las subastas que hay", explica. Subastas que le hacen viajar fuera de España y donde invierte parte de los ingresos de sus dos tiendas abiertas en el pueblo y las exposiciones que monta con su colección.
Los villarejeros de toda la vida no echan nada de menos la gran ciudad. Como Emilia, nacida en el pueblo hace 55 años y que silencia su apellido. "Aquí se vive muy bien, es muy tranquilo. Lo malo es que la gente se tiene que ir a trabajar a Madrid o a Arganda". Villarejo tiene un pequeño polígono. "Sobre todo hay talleres, pero este sigue siendo un pueblo eminentemente agrícola", explica el alcalde de este pueblo de llanura. La uva y la aceituna le convierten en una localidad rica en cooperativas del vino y aceite. Las dos grandes empresas instaladas en Villarejo son Cuétara y Alumitran. Tanto ellas como la construcción han pasado por dificultades por la crisis. "Hay varias obras paradas", afirma Gutiérrez, que se queja del olvido que sufre la comarca.
Algunos residentes optan por hacer las maletas, como Conrada Duarte, una dominicana que lleva un año y medio en Villarejo. "Aquí hay poca cosa que hacer", se queja, "mi marido y yo nos vamos a Barcelona. Esto es demasiado tranquilo". Cerca del 12% de la población de Villarejo es inmigrante, sobre todo rumanos y marroquíes. El Oscar que vino de Hollywood no entra en la estadística.
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