En teatro hacia los mares del sur
'La ruta blava', de Josep Maria de Sagarra, sube a los escenarios
Tras 15 días de viajar por el Pacífico, se llega "a una tierra tan de sueño que uno querría no saber cómo se llama para bautizarla al gusto de su emoción". Esto escribe Josep Maria de Sagarra a su arribada a Tahití con su mujer, Mercè Devesa, el 2 de enero de 1937, en el diario que se convertirá en un libro maravilloso, de lenguaje exquisito y con un tono de áspera emotividad que lo hace aún más conmovedor. Ese libro, La ruta blava (Edicions 62), sube ahora al escenario en un arriesgado montaje (a ver, llevar los mares del sur al estricto territorio de un teatro -Romea, desde el viernes al 2 de agosto-) del dramaturgo Pablo Ley y el director Josep Galindo.
El hecho de que en los años cuarenta la obra apareciera traducida al castellano por su mismo autor en Juventud (no se publicaría en catalán hasta 1964), donde se reeditó durante años en la célebre colección de libros amarillos de viajes como El camino azul, hizo que muchos ubicáramos a autor y libro junto a aquellos grandes aventureros que nos hicieron soñar tanto, los Peissel, Harrer, Moitessier, Hans Haas o Heyerdhal (por cierto, el bueno de Thor viajaba en el mismo barco que Sagarra -el escritor catalán lo describe- hacia su cita en Fatu-Hiva con el destino que le llevaría muchos años después a una balsa llamada Kon-Tiki). Pero Sagarra no era en realidad uno de ellos, ni un London, ni un Stevenson, sino un gran y popularísimo escritor de Barcelona que había leído a Loti, a Conrad, a Melville, a Maugham; un señor que huía de la Guerra Civil llevando en la maleta un gigantesco bagaje de cultura, cosmopolitismo y poesía. Así, el mito del "paraíso de los mares del sur" -que sedujo al rousseaniano Bougainville y mató al capitán Cook, por no hablar de lo que contribuyó al motín de la Bounty- no podía engañarle. "Juega con la idea solamente", apunta Ley. Se muestra sensible a la belleza del paisaje y escribe pasajes de enorme lirismo, pero también observa "pústulas" y anota que el comercio y la evangelización "han matado mucha poesía". Y nunca olvida la catástrofe que está teniendo lugar en su país, ni deja de añorarlo ni de meditar sobre los asuntos de Europa. "Es un hombre muy culto que hace un ejercicio literario de alto nivel", recalca el dramatutgo.
Es un montaje "muy sensorial" con imágenes y sonidos de Tahití
En una operación doble, que ha incluido además un precioso documental televisivo emitido por Canal 33 en el que puede verse al hijo de Sagarra, el cronista Joan de Sagarra, recorriendo los lugares que visitaron sus padres (y donde fue concebido) comentando La ruta blava con un tono y aspecto conradianos -Tuan Joan-, Ley y Galindo hacen ahora que ocho actores representen la esencia del viaje. Han querido hacer el montaje "muy sensorial" y han incluido un piano e imágenes y sonidos atrapados en Tahití. Josep Maria de Sagarra no aparece sino representado en parte en "el poeta de un país en guerra" (Jordi Martínez). Otros personajes son un nazi (Manel Dueso), la mujer enigmática, el camarero negro, el viejo funcionario de Marina... Con todos ellos, embarcados en la mirada de Sagarra, se parte en esta evocadora singladura teatral de dos horas hacia los mares del sur.
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