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Reportaje:

Solanera a buen ritmo

Miles de personas celebran el Día de la Música con las actuaciones de grupos y conciertos en la calle

¿Quién dijo que esto del éxito no puede ser doloroso? A los integrantes de Vetusta Morla les debió parecer ayer, cuando menos, cansadísimo. Nos hemos tirado una década sin reparar en que estos seis chicos de Tres Cantos eran condenadamente buenos; ahora que ya nos caímos del guindo, pretendemos que sean casi ubicuos. La noche del sábado tocaron en Valencia, a las doce del mediodía inauguraban el Día de la Música en el Matadero de Legazpi y al rato tomaban el puente aéreo para actuar en Barcelona. ¿Y dormir? "En la furgo, y más bien poco", sonríen, molidos.

Lo de los vetustos bordea ya el fenómeno sociológico. A las nueve de la mañana, tres horas antes de su concierto (gratuito, como el resto de la programación), los seguidores se agolpaban en el paseo de la Chopera. Ni domingo, ni resaca, ni gaitas. Y al mediodía, cuando el vigilante de seguridad colgaba el cartel de "aforo completo" en la nave principal, la cola sobrepasaba con creces la plaza de Legazpi.

Colas enormes en el paseo de la Chopera para ver a Vetusta Morla
Cerca de 15.000 chavales asistieron a los recitales del Matadero
En Callao también reinó el bullicio durante toda la jornada

Pucho y sus compinches ostentarán siempre el mérito de haber escrito Copenhague, la mejor canción del rock español en sabe dios cuánto tiempo. Lara López, directora de Radio 3, se quedó petrificada cuando vio a 2.500 gargantas enfebrecidas con el estribillo de Sálvese quien pueda. "No era especialmente fan hasta este preciso instante. Esa pasión a media mañana renueva mi fe en la música".

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A lo largo de la jornada, cerca de 15.000 chavales curiosearon por entre los 21 conciertos del Matadero. Hubo ritmo, buen humor, ríos de cerveza y mucho, muchísimo calor. La explanada fue el reino del moreno agromán, los hombros desnudos, el pantalón pirata y demás trapos escuetos. En un gesto humanitario, los organizadores habían dispuesto pulverizadores de agua hasta los que la muchachada se encaramaba con gesto entre aliviado y voluptuoso. En un hipotético concurso de camisetas mojadas, habría habido tortas por el pódium.

A la calorina se resignaron CatPeople, unos gallegos pálidos como si acabaran de llegar de Liverpool, igual que sus admirados Echo & The Bunnymen.

Al margen del eterno debate sobre las bandas que cantan en inglés, canciones como Radio o Goodbye angel sedujeron a Lucía, una sevillana de vacaciones en Madrid que jamás había oído hablar del quinteto. Unos minutos más tarde, regresó junto al cronista para anotar: "Ah, también puedes poner que el guitarrista tiene la sonrisa más bonita de la mañana". Hecho.

Aparte del sarao en Legazpi, los distritos programaron pequeñas actuaciones y la Escuela de Música Creativa promovió un encuentro de jóvenes alumnos en el templete del Retiro. Alguno habrá que termine agitando a las masas.

En la Fnac de Callao también reinó el bullicio durante toda la jornada, con un 20% más de visitantes que otro domingo cualquiera. "Influye todavía lo del libro de Stieg Larsson, pero el Día de la Música es un reclamo atractivo y las ventas de discos han crecido un 12 por ciento en lo que llevamos de mes", anotó una portavoz.

Los más vendidos de la semana, por este orden: Pereza, Sunday Drivers, Miguel Poveda, Jonas Brothers y Amy McDonald. Podría haber sido mucho peor.

En el Fórum se sucedieron media docena de recitales, variopintos y también por la patilla, que siempre ayuda. Ese provocador casi surrealista que es Javier Álvarez desgranó su disco Guerrero Álvarez, pero la gran sorpresa corrió a cargo de Fulanos y la Mengana Band, primer grupo que apadrina Lichis (La Cabra Mecánica) para su sello discográfico Felicidad Producciones. Hacen rumbita con guitarra eléctrica, el propio Lichis se infiltra como bajista, la corista (Begoña) parece Mata-Hari y suenan francamente bien.

"Se ha consolidado la primera generación musical española del siglo XXI y está preparada para jugar en las grandes ligas", resumió Enrique Calabuig, director artístico de la jornada. La fiebre de Vetusta Morla se extiende incluso al Jazzaldia de San Sebastián. Ésa sí parece una cita como para quitar el sueño.

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