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Un hombre mata a puñaladas a su pareja en un piso de Fuenlabrada

La mujer, de 21 años, denunció a su agresor en 2007 pero después le perdonó

"Ayúdenme, me estoy muriendo". Nairobys Alcántara, dominicana de 21 años, apenas si tuvo fuerzas para coger el teléfono y llamar a la policía. Su pareja, Carlos Leonel Pereira, boliviano de 24, acababa de apuñalarla y ella yacía ensangrentada en una cama del segundo piso del número 3 de la calle de Móstoles, en la localidad madrileña de Fuenlabrada. Aún llegó con vida al hospital, pero murió una hora después. Su agresor fue detenido a primera hora de la tarde a pocos metros de la comisaría de la localidad, cuando se disponía a entregarse. La pareja tenía una niña de dos años.

Fue el dramático final de una larga historia de malos tratos, como reconocían ayer familiares de la víctima. "Estaban juntos desde hacía unos tres años, pero no fue una relación continua, sino que lo dejaban y volvían una y otra vez", explicaba ayer Mery, una tía de la fallecida.

"Ayúdenme, me estoy muriendo", le suplicó la víctima a la policía "No la dejaba ver a sus amigos, ni a su familia. Sólo la quería con él"
Un juez dictó una orden de protección pero ella decidió retirar la denuncia

Nairobys y Carlos se conocieron en marzo de 2006. Una amiga común los presentó. Ese mismo verano comenzaron su relación sentimental y en sólo dos meses la joven se quedó embarazada. "Fue entonces cuando empezó a pegarla", recuerda Diana una de sus primas. Palizas y amenazas se convirtieron en una triste rutina. Para entonces, la pareja vivía en una habitación de la vivienda que los padres de Carlos tenían en la calle de Móstoles, en Fuenlabrada. "No la dejaba ver a sus amigos, ni casi a su familia. Sólo quería que estuviese con él, la recluyó en su mundo", relataban sus familiares.

Ni siquiera el nacimiento de la hija de la pareja cambió las cosas: a cada agresión le seguía una reconciliación. "Siempre le decía lo mismo, que iba a cambiar, que no la pegaría más, que todo sería diferente la próxima vez", se lamentaban en la mañana de ayer las tías y la madre de la víctima, mientras esperaban en una pequeña sala del hospital de Fuenlabrada.

Todo pareció dar un giro en los primeros meses de 2007. Tras una nueva agresión Nairobys se decidió a poner punto final a su sufrimiento. Junto con un familiar acudió a la comisaría a denunciar a Carlos. Unos días más tarde, el Juzgado de Instrucción número 2 de Fuenlabrada decretó una orden de alejamiento. Pero la apariencia de luz al final del túnel apenas duró. Cinco meses más tarde, la mujer decidió retirar la denuncia. Sólo faltaban unos días para el juicio, pero Nairobys no quiso seguir adelante. "Me pidió que no declarase ante el juez, porque habían hecho las paces", rememora Diana, su prima. El Juzgado de lo Penal número 4 de Móstoles anuló entonces la orden de protección.

Pero, una vez más, todo siguió igual. "Siguió comportándose de forma violenta y posesiva. Pero ella estaba enamorada", reconocen sus tías. Incluso dependía económicamente de ella: "Cómo él no tenía documentos, no podía trabajar. Apenas estuvo dos meses como camarero en un bar de Humanes, pero lo echaron y, como tenía antecedentes, tampoco consiguió que le dieran el DNI", añaden. Asegura la familia que Carlos le pidió en varias ocasiones que se casaran para obtener los papeles y que ella nunca accedió, lo que incrementó aún más los problemas de la pareja.

Sin embargo, según la policía, el presunto homicida sí tenía la documentación en regla.

Hace unos meses, la madre de Nairobys volvió a España tras pasar una temporada en la República Dominicana con su marido y sus otros hijos. Tenía la firme intención de llevarse con ella a la joven. "Estaba preocupada, quería alejarla de Carlos", explica su familia. Pero no era tan fácil: para poderse marchar con su hija necesitaba que el padre de la niña firmase una autorización. No lo hizo.

Hace una semana tuvieron la última pelea. Ella se había marchado junto con su hija a casa de su prima. "Se puso muy violento y le rompió el móvil, así que le echamos de casa", señala, entre sollozos, la madre de la víctima.

La pasada madrugada volvieron a encontrarse. Nairobys había salido con unas amigas a una discoteca. Allí se vieron y una vez más discutieron, pero la cosa no llegó a mayores. Ella volvió después junto a sus amigas y continuó la noche.

Hacia las cuatro de la madrugada decidió marcharse a casa, pero volvió a encontrarse con Carlos en la calle, yendo con él a la casa de sus padres. Dos horas más tarde realizó una llamada a su prima Diana, que no contestó ("No oí el teléfono"). Su siguiente llamada fue a la Policía Municipal de Fuenlabrada. "Me estoy muriendo", alcanzó a decir al agente que la atendió y a duras penas logró dar su dirección.

"Era una chica muy guapa, muy cariñosa, el amor la perdió", repetía ayer su tía Mery. El lunes iba a empezar un nuevo trabajo cuidando niños en una casa de Humanes. Carlos cambió radicalmente ese destino: el cuerpo de Nairobys esperaba ayer la autopsia en el Anatómico Forense.

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