La brújula del corazón
Desde muy joven había hecho sangre el magis ignaciano, un momento en que, en sus Ejercicios Espirituales, Loyola pone al ejercitante en el dilema del más. Vicente Ferrer, como Francisco Javier o Ignacio Ellacuría, vivió desde entonces el riesgo de la frontera. Lo hizo durante la Guerra Civil española. Pero sobre todo cuando decidió marcharse a India a vivir para los más pobres.
Sucesor de aquellos valientes jesuitas de las reducciones del Paraguay, se adelantó a la intuición del padre Arrupe y sabía que no se puede predicar la fe sin luchar contra el hambre, la incultura y la injusticia. "Resistid, cavad, pozos, y os pagaré con trigo y aceite", les decía a los desposeídos de Bombay y les mostraba cómo conseguir ellos mismos bombas para sacar agua. ¿Hay algo más subversivo que levantar la dignidad de los seres humanos? Aquel terremoto supuso su expulsión de India, su decisión de abandonar la Compañía de Jesús y el reconocimiento de la propia Indira Gandhi.
Pero "el milagro de dar", como él lo llamaba, está ya en marcha con su dinámica contagiosa.
Hoy, en la era de las ONG parece obvio. Entonces —¿recordáis el programa de la SER Ustedes son formidables?— fue todo un revulsivo, el paso de todo un profeta. Convertido en icono de solidaridad creativa, recuerdo que un día le pregunté: "¿Qué te mantiene tan vivo, Vicente?". "El corazón es mi brújula", me respondió. "Y ¿qué política salvará al mundo?". "Convéncete: la mejor política es la de amar al prójimo como a uno mismo".
Simple pero eficaz respuesta también para los políticos de aquí y ahora.
Pedro Miguel Lamet es teólogo, periodista, poeta y escritor.
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