La reina del casticismo pop
Mery Cuesta toca la batería, dibuja cómics y monta exposiciones
Mery Cuesta nació hace 33 años en la ciudad de Bilbao, durante toda su niñez veraneó a las afueras de la urbe vasca, o sea, en Segovia. A esos veranos, la autora de Caída y auge de Antxon Amorrortu, un cómic que es una voraz sátira al mundo del arte, atribuye su filiación con el quinquismo y lo castizo, elementos que definen casi toda la obra de esta renacentista. "Lo castizo está en el ámbito de la costumbre y lo espontáneo, son destellos en el lenguaje y de comportamiento que reproducimos inconscientemente y que nos viene inoculados desde nuestra raíz. Otra cosa es la estética de lo castizo, denostada en los setenta y hoy rescatada y enaltecida, en un proceso medio alelao de desideologización y despolitización del referente. Como fan por igual de Edgar Neville y Benito de la serie Manos a la obra, me interesa la estética castiza intoxicada de españolismo", comenta esta hiperactiva agitadora nocturna y colaboradora del diario La Vanguardia.
El universo de Mery Cuesta es un lugar dibujado a toda pastilla sobre una servilleta de un cutre bar de barrio que luego te llevas a casa y analizas en clave Roland Barthes. Nos encontramos con sus desventuras como Superheroína, en una serie de cómics que surgieron después de que un turco le metiera mano en un probador de Estambul y decidiera canalizar en forma de viñetas la rabia contraída, extendiéndola a otros estamentos (más poderosos casi siempre que el gremio de turcos de manos sueltas), como, por ejemplo, la hostelería catalana. También con sus textos teóricos sobre las realidades del arte, la cultura, el subarte y la subcultura, sus tiras para el TMEO y sus fiestorros nocturnos tras la batería de su banda de burlesque cabaretero y punk. Mery Cuesta puede parecer esa reina del underground a la que se refería Mick Jagger en Dead Flowers, aunque ella, que quiere que en la película sobre su vida el director le dé el papel a ella misma y no a otra actriz incluso más rubia, opina diferente. "El underground es una etiqueta que hoy deberíamos revisar, porque con Internet se rompe el concepto 'bajo tierra'. La cultura oficial recurre de vez en cuando a lo freak o a las subculturas en la medida de que les resulte amable, mientras no agreda: en un plano superficial. Más que acercamiento de turista, es un coqueteo achispado: a ver qué me cuenta este freakie que me haga gracia y que nos divierta, que haga parecer el panorama sano y coloreado. Pero sordideces, ni una. Claro, es que la subcultura es contracultura", comenta en una referencia a esa extraña pero cómoda posición en la que se ha instalado la Leoparda de Rekalde, su alias.
Puede defender sus preceptos desde estamentos oficiales y desde publicaciones y garitos apestosos. Los grandes medios la entrevistan para que hable del éxito de su muestra sobre los quinquis, pero no saben que esta mujer aporrea la batería cosa mala y prepara para septiembre un libro llamado Istambul Zombie 2066, una de zombies turcos en colaboración con cinco dibujantes de la escena otomana. Pero que tampoco se emocionen los freaks pensando que han colado a uno de los suyos en la cripta del arte en mayúsculas. Mery cree que la historia no es para nada heroica. "La cultura popular está entrando en los museos y centros de arte no porque se la considere importante para la construcción social y estética, que es básica, sino porque la alta cultura está en un estado de ensimismamiento y mutismo irrecuperable. Se recurre hoy a la cultura popular -el porno, lo quinqui, la cultura basura, el cómic...- para que los museos y palacios de la oficialidad no se mueran. A través de este fenómeno, las subculturas, que pueblan en pequeños grupúsculos la cultura popular, asoman ligeramente. Pero no es su lugar".
Esta polifacética mujer inaugura el 19 de junio la exposición comisionada por ella, Low Cost, en el barcelonés FAD. Esa exposición coincide con otra en la que Cuesta tiene algo que decir dedicada al fenómeno Quinqui y que se podrá disfrutar en el CCCB hasta el 6 de septiembre. Mientras dibuja y organiza exposiciones no suelta sus palos de la batería que toca en la banda Crapulesque.
Grandes preguntas
- ¿Quién es? Bilbaína de 33 años, dibujante de cómic, comisaria independiente, agitadora nocturna y castiza punk.
- ¿De dónde viene? De estudiar Bellas Artes, teorizar sobre la cultura y la subcultura, organizar exposiciones en grandes centros de poder estatal de día y frecuentar bares llenos de mujeres que fuman por la noche.
- ¿Adónde va? A Estambul, a ejercer de catalizadora de la escena cómic de la capital del Bósforo y a comisariar en el FAD barcelonés la muestra Low Cost, en la que se reflexiona sobre las maldades intrínsecas del fenómeno bajo coste.
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