_
_
_
_
_

Ocho años en una caravana a la espera de un piso

Una familia con un niño con síndrome de Down malvive en Madrid pendiente de recibir una vivienda protegida

"¿Leer y escribir? Lo que me han enseñado mis hijos". Con esta respuesta parece mentira que Soraya Saava haya rellenado tantas solicitudes al Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), de la Comunida de Madrid, como las que enseña nerviosa tras rebuscar en una bolsa. "Años y años pidiendo un techo", cuenta junto a la su única casa: una caravana vieja y sucia donde convive con su marido y sus cuatro hijos, el más pequeño con síndrome de Down.

Soraya y Abraham son gitanos y están acostumbrados a la vida nómada. Pero quieren algo diferente para sus hijos. "Mi Abraham [su hijo pequeño, de cuatro años] no puede vivir así", musita. El espacio de su caravana, al lado de un descampado en el barrio madrileño de Canillejas, se reparte en tres colchones viejos y con humedades y un armario lleno de trastos. En una de las camas duerme el hijo mayor, de 15 años, que "se ha cansado de que en el instituto le insulten y ya no va a clase". Los tres pequeños sí que están escolarizados. Fuera, un pequeño mueble con una bombona de butano y unas cuerdas donde se secan al sol pijamas infantiles.

"Si no les damos una vivienda es que hay otras familias en peor situación"

Sentada en uno de los dos sofás que, a la puerta de la caravana, dan idea de salón al aire libre, Soraya enseña una foto del niño en un barreño. "Le tenemos que lavar así, de mala manera, se constipa, tiene fiebre...". Abraham, que fue operado a los dos meses de nacer, sufre un problema de corazón y tiene un grado de minusvalía del 78%. De 2005, el año que nació, es la tercera solicitud de la familia al Ivima.

La primera fue en 2001, pero los dos siguientes años no hubo. "Creemos que entonces vivieron en Portugal", explica un portavoz del organismo autonómico. "Si no se les ha dado una vivienda es porque hay otras familias en peor situación". Su petición entra en el cupo de especial necesidad, y al ser una familia con cuatro hijos, les corresponde una vivienda de cuatro habitaciones, de las que hay menos cantidad. "No sé quién puede estar peor que nosotros", dice Soraya cuando su marido llega a casa con la cara muy larga. En paro desde hace seis meses tras empleos temporales, viene de entregar currículos. "Nada. Esto ya no se puede aguantar", dice lacónico.

El Ivima asume que es una "situación muy compleja" y se está planteando ofrecer una vivienda más pequeña. "Sólo pedimos un techo donde vivir, que nos saquen de la calle", repite Soraya, que no ha pisado una casa desde que a los 17 años se casó con Abraham y dejó de vivir con sus padres. Ahora tiene "33 o 34". No sabe.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Llegan las dos hijas del colegio y lo primero que preguntan es si ha llamado el Ivima. Después se preocupan por lo que hay de comer. Una comida que muchas veces les dan en la parroquia del barrio, donde el párroco asegura que "no son una familia conflictiva". Lo mismo opinan en los servicios sociales de la Junta Municipal de San Blas. "Es una familia con muchas dificultades". Al alejarse de la caravana y del barreño que sirve de ducha, las dificultades saltan a la vista.

Soraya y Abraham, con su hijo pequeño, frente a la caravana en la que viven.
Soraya y Abraham, con su hijo pequeño, frente a la caravana en la que viven.CLAUDIO ÁLVAREZ

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_