Ficciones electorales
Llega un momento en el que la ficción y la realidad electoral, al contrario de lo que ocurre en la literatura, tienen que seguir sus propios derroteros. Eso ocurrió el domingo en las elecciones al Parlamento Europeo. Si Borges fue capaz de ficcionar en uno de sus relatos la circularidad infinita hasta convertir vida y realidad en un sueño, como ocurre en Las ruinas circulares -una de sus Ficciones- , el PSPV se ve obligado a despertar de su circularidad. Su sueño no puede proseguir. Bajar en escaños en España (de 25 a 21), en porcentaje en España y en la Comunidad Valenciana (del 43,46% al 38,49% y del 42,21% al 37,42%), en votos... abre una brecha de 14,8 puntos entre los dos principales partidos. Ello fortalece al PP y exige un profundo análisis de cara al futuro más inmediato del PSPV, y del PSOE al que en estas elecciones se le ha mandado un mensaje claro: la gestión de la crisis se tiene que hacer de otro modo, y por otras opciones políticas. La convocatoria de elecciones generales sería la realidad de sentido común. La ficción de Zapatero podría ser mantenerse atado a un poder que no ha sido capaz de gestionar en beneficio de la ciudadanía.
Durante casi cinco meses los socialistas han confundido, o han creído confundir, -¡craso error!- a la ciudadanía, abalanzados sobre la judicialización artera de la política valenciana. El escrutinio, sin embargo, les debería despertar. El Partido Popular de Francisco Camps ha vuelto a ganar, como desde hace diecisiete años viene haciéndolo en esta Comunidad.
Se ha abierto una nueva distancia electoral. Se ha duplicado la de las últimas elecciones europeas. Ésta sí, real. Apenas transcurridas las primeras horas tras la ficción de una campaña sin programa, los socialistas han quedado sin aliento agazapados a la espera de azuzar una nueva aproximación al Dios fuego borgiano que les permita iniciar su nueva ruina circular infinita. En democracia, la oposición tiene su papel, constructivo, complementario de la acción de gobierno, y al mismo tiempo legítimo y determinado por la ciudadanía, pero en ningún caso puede ser un papel de destrucción del adversario. O de autodestrucción. Cuando se asume esta posición, es el ciudadano el que toma la papeleta. Y ayer lo hizo. Habló. Y ahora el eco de adelantar las elecciones generales empieza a ser ensordecedor.
Rafael Blasco es consejero de Inmigración y Ciudadanía de la Generalitat.
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