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Reportaje:

Una herida abierta desde hace 40 años

El 8 de junio de 1969 Franco ordenó el cierre de la Verja de Gibraltar

El hostigamiento de la dictadura de Franco hacia los habitantes de Gibraltar tuvo el 8 de junio de 1969 su capítulo más lamentable. El Gobierno español decretó el cierre de la Verja -desde Felipe V, nunca España ha admitido el nombre de frontera para la separación entre el Peñón y el resto de sus territorios- que separa la colonia británica de La Línea de la Concepción (Cádiz), en respuesta a la entrada en vigor de la nueva Constitución gibraltareña, aprobada por el Reino Unido en 1968, la cual no tenía en cuenta, según la dictadura franquista, las resoluciones de Naciones Unidas. Se abría así una herida en la población del Campo de Gibraltar que aún hoy perdura.

La situación hoy en día entre los habitantes de Gibraltar y las ciudades que componen la comarca en la que prácticamente se integra el Peñón, ha cambiado mucho respecto a aquellos años. Pero el tiempo transcurrido hasta que el 5 de febrero de 1985, se abre definitivamente la Verja para personas, vehículos y mercancías; y los posteriores avances en las relaciones, fruto de los acuerdos del Foro Tripartito de diálogo no impiden a los gibraltareños que vivieron el cierre de la Verja, recordar con tristeza, recelo y cierto rencor todo lo ocurrido entonces.

"El que hizo lo que hizo con Gibraltar fue el dictador, no los españoles"
Esa situación llevó a los jóvenes hacia un sentimiento contrario a España

Es el caso de Juan Manuel Ballesta, un linense de padre granadino y madre gibraltareña, al que la decisión de Franco le cogió en las Islas Británicas. "Se cerraron las comunicaciones con Gibraltar y eso fue traumático para todos", recuerda Ballesta, quien asegura: "Se causaron heridas que en parte no han cicatrizado". Sin embargo, él espera que la situación haya servido para que se aprenda de ella. Y es que, la retirada de los trabajadores españoles en el Peñón, tras el cierre de la Verja, fue un problema para ambas partes del límite territorial impuesto.

Por un lado, más de cuatro mil linenses se vieron obligados a dejar sus puestos de trabajo, por lo que muchos emigraron a Inglaterra y otros quedaron a merced del Gobierno español, que lejos de ayudarlos, los dejó en la estacada y sólo unos pocos lograron entrar a formar parte de la plantilla de conserjes de los organismos oficiales. Otros, como narra Manuel Sánchez, de 88 años, que vive en el barrio de San José, se marcharon a Marbella aprovechando el boom de la Costa del Sol.

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Por otro lado, los comercios de Gibraltar, el arsenal militar y los astilleros se vieron obligados a importar mano de obra del único lugar en el que aún tenían una puerta abierta: Marruecos. "La falta de trabajadores obligó a contratar a ciudadanos marroquíes, pero lo más llamativo e importante es que la marcha de los españoles, sirvió para que las mujeres gibraltareñas se incorporasen al mercado de trabajo", recuerda Salomón Seruya, empresario y diplomático: "Gibraltar no quería ninguna imposición a pesar de que muchas familias quedasen rotas sin poder mantener contacto alguno por culpa de la Verja". Estas circunstancias generaron en los gibraltareños, un "sentimiento nacionalista" que "servía a los jóvenes como autodefensa ante España", añade Seruya.

Gay Palmer, un músico que en la década de los setenta compuso canciones para Mocedades o Los del Río, es propietario de un establecimiento en Main Street , la calle principal de Gibraltar y su relación con la gente de uno y otro lado le ha llevado a asegurar que "no existe resentimiento por parte de los gibraltareños hacia los ciudadanos españoles, porque el que hizo, lo que hizo, para recuperar Gibraltar fue Franco".

Dicen quienes entonces eran jóvenes, como el historiador Tito Vallejo, que tenía 20 años cuando se cerró la Verja, que se "fastidió a toda una generación que empezaba a volar".

Cuarenta años después, no sólo se ve como imposible la vuelta a una situación similar a la que Franco y su entonces ministro de Exteriores, Fernando María Castiella, provocaron con la apertura de una herida casi irreconciliable; sino que, los avances logrados en torno a la buena vecindad de ambas comunidades al margen del contencioso sobre la soberanía del Peñón que aún mantienen España y el Reino Unido; han hecho albergar grandes esperanzas a la hora de conseguir la total integración de ambas poblaciones. La Verja ya no es un obstáculo para linenses y gibraltareños.

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